Relatos: La incorporación
Mis vivencias…
SAMPATARO, Adrián José, Clase 1959.
Fui incorporado un 3 de abril del año 1978 en el Distrito Militar San Martín,
B.A., previa despedida de mis viejos. Al ser hijo único y mi padre no era
Testigo de Jehová fue medio complicado el asunto. Pero el viejo, el “tano” era
bastante amoroso, muy sensible, aunque era chinchudo, en ningún momento me dejó
de lado, al contrario.
Fue difícil el momento, mi madre de 60 años si Testigo Jehová hizo todo lo
posible para darme la ayuda necesaria y la fortaleza necesaria, como nadie me la
dio en ese tiempo, salvo Jehová por supuesto, para poder afrontar esta prueba
que tenía que afrontar.
De hecho una de las cosas que me voy a llevar conmigo siempre y ese recuerdo
imborrable de lo que hizo, en el calzoncillo que llevaba me hizo un bolsillito
con un cierre y ahí me puso dos textos bíblicos “Tenemos que obedecer a Jehová
como gobernante mas bien que a los hombres” decía el texto, hasta el día de hoy
lo recuerdo y Salmo 97 “Que Jehová ama sus leales y es una persona fiel con sus
leales”.
Así que cada tanto sacaba el papelito, lo leía y me daba la fuerza necesaria.
Me tocó Marina, esa fortaleza que me dio mi vieja me hizo bien porque tuve que
enfrentar algunas cositas en el CIFIM que quedaba en Ensenada, primero en el Río
Santiago y allí me dí a conocer como Testigo de Jehová a las 2 de la mañana que
era lo que uno quería y sentí un gran alivio después.
Esperaba encontrar un hermano pero no lo hubo. Como era el único de civil entre
medio de 1200 soldados, los soldados supieron de mi postura y que permanecía
vestido de civil, lógicamente me venían a preguntar a ver qué pasaba conmigo y
les respondí.
Esto me generó un problema porque un Teniente llamado Otero me acusó de
proselitismo. En esa época estábamos proscriptos, así que cuando me llevaron al
Batallón de Infantería de Marina N° 3 en Ensenada estuve 15 días y de allí ahí
me trasladaron a la Prisión Naval. Cómo ya venían con el rumor de que yo era un
proselitista, y que podría haber sido también no solamente un proselitista o
activista de mi religión, sino también un infiltrado extremista de aquel
entonces. Una cosa ilógica y loca pero para ellos todo era y podía ser lógico.
Así que en la misma Prisión Naval en Retiro en la Avenida Antártida Argentina
estuve tres meses ahí sin salir y algunos de los suboficiales de hecho me decían
sobre lo que había pasado allí en Ensenada. Por eso enviaron al cura a ver si yo
era Testigo de Jehová o un infiltrado, a hacerme preguntas que creía que pensaba
del futuro y cuando en la charla le cité del texto de Colosenses capítulo 1
versículo 16 al 19 que Jesús no es Dios sino el hijo de Dios, que es el hijo
primogénito y a causa de el existieron todas las cosas y fueron creadas, bueno
el cura me dijo “Mira pibe, esto hace más de 2000 años que lo venimos enseñando
la Trinidad y cosas similares, vos te cree que lo vamos a cambiar ahora”. Así
que el cura que reconoció que le decía la verdad, pero me cerró toda
posibilidad. De paso investigó a ver qué creencias tenía yo.
Cando llegamos al juicio en Edificio Libertad me dieron 3 años y 8 meses de
condena, dos meses más de lo que se estilaba que eran tres años y medio, por
hacer proselitismo.
Me mandaron a Magdalena, allí llegué el 20 de julio de 1978. Esa fue la época
más oscura de Magdalena, porque al poquito tiempo después del mundial de futbol
del 78 empezaron las golpizas, las “gomeadas” a cargo del Primer Alférez Ricardo
Raúl Arena quien no escatimaba darnos golpes y generar situaciones escabrosas
para nosotros los Testigos de Jehová.
Me asignaron al Pabellón 4 Bajo, le decían “el barrio chino”, donde solamente
éramos 11 Testigos de Jehová y 19 muchachos del mundo incluido el mozo el
pabellón, que hace poquito hablaron José Luís DI PINO quien no era Testigo de
Jehová pero estaba ahí por objetor de conciencia, no habiendo querido tomar las
armas, ni ponerse el uniforme militar, era muy raro, tampoco era evangélico,
pero si objetor de conciencia y los militares estaban sorprendidos con su forma
de actuar, igualmente lo condenaron a 4 años de prisión.
Esos fueron los meses más complicados en Magdalena, creo que no se volvió a
repetir algo así. Primero empezaron con las “gomeadas”, las golpizas. Nos
sacaban de las celdas a golpearnos por el simple hecho de ser Testigos de
Jehová, había una lista negra y muchas noches escuchábamos los pasos de los
gendarmes a buscarnos en la celda, a sacarnos para golpearnos.
A mi me golpearon una sola vez, el famoso “Perro Suárez” me sacó a “gomazos” de
la cama, me siguió pegando durante el pasillo hasta la guardia para limpiar,
pero tengo que decir que tuve “suerte”, puedo decir que no recibí palizas
fuertes. Sin embargo me acuerdo una vez que fue “gomeado” el hermano Zambrana,
que vino arrastrándose por los pasillos de la tremenda golpiza que la habían
dado.
Después que pararon las palizas siguieron los castigos o las torturas tratando
de no dejarnos dormir de noche, nos levantaban a las 12 después a las 3 de la
mañana nuevamente, cuando habíamos conciliado el sueño y así por el estilo.
Trabajaba en imprenta, todo eso hizo que no pudiéramos dormir en nuestras celdas
hizo que en el lugar de trabajo y nos “acovachavamos” abajo de las máquinas para
poder dormir. El mayor Españolo, que estaba encargado la imprenta se enteró y
fue ante el director del Penal, el Teniente Coronel Romero a decirle lo que
estaba pasando y ahí donde saltó todo, y pararon con esto.
Pero después el Alférez Arena, como Satanás el diablo no ceja, encontró otra
forma de molestarnos. Nos cambiaban de habitación, pasaban lista y nos cambiaban
de habitación, a una persona del mundo que tenía habitación muy sucia lo pasaban
a la habitación de un Testigo de Jehová y el testigo pasaba a la habitación del
mundano.
Recuerdo que a Gustavo Pellegrini lo cambiaron 5 veces de habitación. Las 5
veces las limpió y pintó a nuevo. Hacían eso para hacernos sentir molestos y
tratando de doblegar nuestra fe, pero pudieron.
Puedo asegurar que fueron años difíciles pero, siempre vimos la mano de Jehová,
no quedamos a solas bajo ningún punto de vista, su espíritu, su ayuda estuvo con
nosotros siempre, con los que llevaban la delantera, con los que estuvimos allí
trabajando a favor de intereses del reino, con los que estuvimos aguantando
situaciones difíciles, de golpizas, torturas psicológicas y físicas. Habría
mucho más para decir en 4 años pero en tantos años hay cosas que uno olvida y
otras que quedan permanentemente indelebles en nuestra mente.
Yo lo único que tengo para decir es que fue una de las épocas más lindas de mi
vida, porque me hizo madurar como Testigo de Jehová y me ayudó a ver a un Jehová
real al lado mío y al lado de tantos hermanos que fueron fieles ante
circunstancias difíciles.
Así que esto es algo que no he de olvidar mientras viva y sé que el poder que
más allá de lo normal que nos da Jehová existe y es un baluarte para cada uno de
nosotros.