Objetores de conciencia en Argentina
Relatos: La incorporación
“Cuando lleguemos a la Base te voy a pedir para mi detal”.
CICCHITTI, Jorge Omar, Clase 1959.
Me acuerdo que llegué a la Base un jueves por la noche, después de un viaje de
tres días en micro desde Río Gallegos con otros 15 marineros incorporados y un
suboficial.
Durante el viaje hicimos varias escalas y como yo conocía bien la ruta hice un
poco de guía, en una de esas el suboficial me dice: “Cuando lleguemos a la Base
te voy a pedir para mi detal”. Eso me dio la oportunidad de predicar y decirle
que era TJ y que no haría el servicio militar.
“Pensalo bien…” me dijo y luego “Bueno… si estás decidido seguí”.
El día que llegamos llovía a cántaros y era de noche, un colectivo de la Base
nos vino a buscar a la terminal de Bahía Blanca. Desde la terminal de ómnibus de
Bahía Blanca nos llevaron a la Base, allí por esa forma particular que tienen
los militares de organizar las cosas nos hicieron formar por número de zapatos.
De allí a entregarnos el jarro naval y los cubiertos (En Marina se usaba una
bandeja para los alimentos muy parecidas a las que usábamos antes en las
asambleas) las cuales te entregaban en el rancho en ocasión de comer.
Al suboficial que me los dio le dije que era TJ, y me respondió que los lleve
igual, que los necesitaría en el calabozo. Luego nos entregaron el bolso
marinero de lona blanca con el equipo. Nuevamente al suboficial que me lo
entregó le dije que era TJ y me dice: "Llevá el bolso igual que algo de allí vas
a usar, toalla, máquina afeitar, brocha."
Hasta allí había hablado de mi postura neutral a 3 suboficiales encargados y
ninguno había definido mi posición. Le oré a Jehová, le pregunté y pedí que todo
se definiera rápido.
Vestido de civil y con mi bolso al hombro me llevaron hasta la primer compañía,
allí me asignaron una cama. La tercera arriba de todo y nos piden que nos
desnudemos y vayamos a bañarnos.
Cuando vuelvo de bañarme nos dan la orden de vestirnos de combate y guardar la
ropa civil en el bolso. Sentado en mi cama comienzo a vestirme de civil
nuevamente. Se acerca un dragoneante y gritando me dice: “Ya empezamos mal ¿que
pasa? ¿Es sordo?" Le respondí: “No, yo escucho bien, los que parece que no
escuchan son ustedes porque ya les dije a tres que no me ponía el uniforme y
nadie me hace caso” Quizás no fue la mejor respuesta pero me salió de adentro.
Este llamo a un suboficial y este al encargado de la compañía. Después de tratar
de hacerme desistir de varias maneras y al ver que no iba a moverme de mi
postura llaman al oficial de guardia por radio. El pregunta: “¿le dijeron lo que
le va a pasar?” Yo contesté que al incorporarme sabía que iría a prisión por
varios años. Contestó: “Denle de comer (eran las 22:00 hs. y desde el día
anterior no había comido) y métanlo al calabozo para que –medite-".
Así fue que entre dos guardias armados me "condujeron" al comedor donde me
dieron una sopa y pan. Mientras comía los centinelas armados estaban detrás de
mí. Los demás pensarían que era un extremista peligroso, los más sorprendidos
los 15 fueguinos soldados que se incorporaron conmigo.
Después de la sopa los guardias y un cabo me llevan al calabozo, en el camino el
cabo me pregunta de donde era. Le cuento que de Río Grande, TDF y casualmente el
también, había estado destinado al BIM 5 que está apostado allí y además vivía
anteriormente a 2 cuadras de mi casa.
Me dijo: “En el calabozo hay otro como vos, cuando lleguemos te lo presento”. El
edificio quedaba alejado y cumplía bien con la función de aislarnos. Había un
pasillo y varios calabozos. En algunos había archivos y papeles, en otro latas
de pintura (esto lo puse observar cuando prendieron la luz del pasillo) llegamos
a un calabozo que estaba "ocupado". La puerta no permitía ver en el interior
pues era de chapa con una pequeña mirilla, por la mitad estaba cruzada por un
pasador con un gran candado.
El cabo con su característica bondad le pegó una patada con los borsegos a la
puerta mientras le sacaba el candado y gritaba: “Tschieederrr...” aquí hay uno
de los suyos que lo quiere saludar.
Salio un somnoliento personaje vestido con camisa y pantalón grafa, una campera
de gabardina clarita y calzado con unas "Flechas" blancas.
Nos saludamos mientras estrechábamos las manos: “Omar”, “Omar”. Sí, ¡nos
llamábamos igual! Ese día conocí a mi compañero de "causa" con el que estuvimos
presos casi 4 años.
Luego de varios meses que estaba en el calabozo en Campo Sarmiento, Base Naval
Puerto Belgrano "para que reflexione", según ellos cuando me llevan a una
oficina para sustanciar el sumario. Allí estaban el Teniente de Navío Fernández
y un escribiente; tuvimos el siguiente diálogo: "Así que usted es TJ, dígame el
nombre de los doce apóstoles", mientras se los iba diciendo sacó de un cajón del
escritorio una Biblia "de las nuestras" tapa verde y la comienza a hojear. Le
dije “Si quiere le busco el texto para que corrobore mis dichos”, se enojó,
cerró la Biblia y comenzó el interrogatorio. Lo transcribieron, lo leí y firmé.
Como ya estaba jugado le dije “Ya que la tiene guardada y no la usa porque no me
da esa Biblia” Me respondió: “Nooo, ustedes son muy peligrosos con esas cosas” y
me fui.
El domingo al mediodía viene con el rondín a traerme la comida y me dice: “Tengo
algo para usted…” y me entrega la Biblia. No lo podía creer, ya llevaba varios
meses en un calabozo encerrado del cual no me sacaban salvo para ir al baño una
vez por día y algún fin de semana para bañarme.
Era un pasillo donde había varios calabozos en una construcción alejada de la
Guardia y de todo contacto con los marineros. Tenía 1 x 2 metros y una puerta de
chapa con una mirilla, única vista hacia el pasillo. En el calabozo de al lado
estaba Omar Tschieder en las mismas condiciones que yo.
Hasta ese momento charlábamos con el gringo sin vernos las caras.
Esa noche que vi a Omar por primera vez no sabía si realmente era testigo.
En plena proscripción como estábamos se hablaba de que personal militar se
podría hacer pasar por hermanos para apresar a quienes que llevaban la delantera
en el país. Se nos pedía que tuviéramos cuidado de lo que hablábamos y con
quien.
Por eso mientras conversaba con el gringo le hacía preguntas que sólo un testigo
podría contestar. Todo esto en absoluta oscuridad y totalmente solos pues los
guardias después de poner los candados se fueron y quedamos solos. Esa noche
después de un rato largo de conversar nos fuimos a dormir pues no sabíamos lo
que pasaría el día siguiente.
En oración agradecí a Jehová por tener un compañero con el cual charlar. Con el
tiempo me enteré que en los calabozos de la Guardia había otros 4 hermanos más,
uno de ellos un tiempo después se puso el uniforme. Pero esa es otra historia.
Ya llevábamos varios meses de calabozo y estábamos en invierno, el frío no era
algo raro para mi que además había venido de mi casa con abrigo, otra cosa era
el pobre Omar que sólo tenía una camperita de tela. Como las paredes tenían
escarcha por el frío el calabozo era lo más parecido a una conservadora. Por la
noche nos daban un colchón y una frazada para taparnos los cuales sacaban a las
06:00. Como hacía tanto frío pedimos que nos dejaran una trazada y accedieron.
Hasta ese tiempo jugábamos juegos bíblicos de identificar al personaje,
recordábamos algunos textos y artículos de las publicaciones, pero como dije
antes un día tuvimos una Biblia. Espere que estuviéramos solos y comencé a
leerla con lágrimas en voz alta para que Omar en el calabozo de al lado me
escuchara.
Me quedé literalmente afónico leyendo. ¡Que agradecidos estábamos de leer y
meditar en Su Palabra!
Al mediodía cuando el guardia nos trajo la comida le dije que mi compañero tenía
frío si me dejaba pasarle mi manta. Accedieron, lo que no sabían era que dentro
de ella iba la Biblia. Ello permitió que Omar pudiera leerme la a mi durante la
tarde, por la noche me pasaba la trazada junto con nuestro bien más preciado así
yo podía leerla por la mañana. Estos pases lo estuvimos haciendo hasta que a
Omar lo trasladaron a juicio al Cuartel Base.
No recuerdo que pasó con esa Biblia, de hecho otra ropa que traía y otra Biblia
que había llevado conmigo a la incorporación quedaron en un depósito de la
Primer Compañía en Campo Sarmiento.