Objetores de conciencia en Argentina

Relatos: La incorporación

Hasta la UP7
BEGUIRISTAIN, Luís Abel, Clase 1960.


El año 1978 soy notificado con el número 924 para servicio militar obligatorio. Me presenté a revisación médica y por problemas en la vista y una rodilla, me derivan a junta médica con fecha incierta.

Nunca llego la notificación y el 26 de junio de 1979 llegó la policía a mi casa buscándome como desertor, al no estar presente luego de forma voluntaria me presenté en la comisaría. A partir de ese día no volvería a mi casa por aproximadamente 2 años y medio.

Allí en el calabozo de la comisaría estuve hasta al 3 de julio donde fui trasladado al Batallón de Tandil y el día 4 de julio de 1979 me incorporaron en la Brigada Blindada I Brigadier General Martín Rodríguez.

Allí luego de negarme 3 veces ante un suboficial bastante amable me condujeron ante un oficial muy, muy enojado que trató de cambiar mi postura de varias maneras. Me trasladaron su oficina. El estaba sentado con su piernas en el escritorio, como todo oficial de caballería usando botas de montar y golpeando una fusta contra sus botas, me dijo muy tranquilo: “¿Así que usted es testigo de Jehová?, le conteste que si.

A continuación se paró y empezó a gritarme de una forma terrible, dijo de todo, insultando. Entonces me dijo que me arrodillara en medio de la oficina, mientras sacaba su arma y la preparaba como para disparar dijo que pensara en lo que mas quería. Luego de unos segundos me preguntó en quien pensaba, le dije que en Jehová y mi familia. El indicó que estábamos en pie de guerra y que como traidor a la patria tenia autoridad para eliminarme, esto mientras apoyaba el arma en mi cabeza.

No se cuanto tiempo pasó, hasta que finalmente me mandó al calabozo.

Realmente antes de esa situación tenía mucho miedo, nunca me había preparado para eso, pues por tener problemas en la vista y la rodilla todos me decían que me iba a “salvar de la colimba”, inclusive un médico me había dado un estudio físico por el que según el no estaba apto.

Ahora estaba totalmente solo, así que cuando cerraron la puerta del calabozo fue muy duro y lloré pidiendo fuerzas a mi único y tan querido Dios Jehová. El estuvo allí a mi lado, solo por Él pude seguir adelante.

Allí en el calabozo después de un tiempo nos encontramos con Carlos De la Torre, Adrián Pedlone y Héctor Zamudio.

Mientras estuve en el calabozo vino a verme una vez mi madre y a traerme ropa. Nunca se lo dije a ella, pero cuando me dijeron que estaba allí me puse muy contento; luego me dijeron que solo la podría ver cuando estuviera en un cajón. Fue muy difícil.

Los días pasaban y solo podía bañarme a la madrugada con agua fría, además para ir al baño me acompañaban dos soldados y al estar “apurándome” no podía ir de cuerpo, todo eso me enfermó.

En ese tiempo cuando algunas veces nos ponían juntos con Pedlone y cantábamos el cántico que decía: “Nos llamamos con honor, los testigos de Jehová, el es el Dios que no fallará, de profecía veraz.”

En el calabozo estuve desde el 4 de julio hasta que me hicieron el sumario. El Tte. Coronel Ríos Ramos dijo que no me mandaría “de vacaciones a Magdalena”, así que ordenó el traslado a la UP7 Unidad Penitenciaria N° 7 en Azul, B.A., una cárcel de presos comunes, por unos cuatro meses.

Como estaba de civil cuando trajeron la comida preguntaron sobre mi situación. Como era civil no podía tener nada del ejército así que no tenía plato y no permitían que me prestaran uno, si quería la comida me la daban en el piso del calabozo, el que muchas veces usaban de baño; así es que solo comía la parte de arriba (por ejemplo polenta).

Hubo una semana que o se olvidaron de mi o no se que pasó, así que durante tres días no me trajeron comida, le pedí a un soldado si podía conseguirme algo de comer y al siguiente día me trajo pan, fueron los tres panes mas ricos que recuerdo haber comido. 

Esto también fue acompañado de malos tratos. Por ejemplo durante las noches cada dos horas nos levantaban y nos formaban frente a la guardia luego de algunos minutos nos mandaban otra vez al calabozo y otra vez lo mismo a las dos horas. Compartimos eso algunas veces con Adrián Pedlone.

A veces tuvimos que dormir de a ratos acurrucados juntos por el mucho frío y sin colchón o a veces sin mantas. Al pasar noches sin dormir una vez me quedé dormido en el suelo y me desperté porque mi mandíbula castañeaba contra mis dientes por el frío. Hasta el día de hoy tengo ese dolor en mis huesos del lado derecho, eso derivó en una gripe, por lo que me llevaron a enfermería, en esos meses fue la única vez que dormí en una “hermosa” cama.