Objetores de conciencia en Argentina

Relatos: La incorporación

Mi neutralidad en tiempos difíciles solo por el amor que sentía por Jehová.
IÑIGUEZ, Héctor Oscar, Clase 1955.


Cuando fui sorteado para cumplir con el Servicio Militar Obligatorio el país vivía años difíciles, el gobierno de turno tenía conflictos con la llamada subversión armada, ésta quería derribarlo con diferentes atentados en la sociedad.

Justo yo fui llamado a incorporarme en abril de 1976, un mes después de que el Gobierno Militar tomara el poder el 24 de marzo de ese año.

Mi padre, que no era testigo de Jehová, (era suboficial de la policía), y para él era un orgullo pertenecer a la fuerza de seguridad para combatir contra los que alteraban el orden público.

Fue así que me presenté al Distrito Militar en Santa Fe. Ahí me encontré entre otros muchachos que había un hermano en la fe, su nombre es Juan Carlos Gauna, después de algunas décadas nos reencontramos, y actualmente es mi amigo.

Toda esa camada de ciudadanos fuimos trasladados al Batallón de Arsenales 101 Villa Martelli, provincia de Buenos Aires. Mientras se tomaban todos nuestros datos y oficios para ser seleccionados, un suboficial me pidió para una oficina porque yo había hecho un pequeño curso de dactilografía, pero después no me aceptó porque con Gauna manifestamos que no íbamos a hacer el servicio militar por cuestiones de conciencia.

Nos mandaron a trabajar al casino de suboficiales hasta que se defina en que situación íbamos a quedar por nuestra negativa. Finalmente después de un mes nos enviaron de vuelta al Distrito Militar Santa Fe. Y a Gauna y mí a nuestras casas esperando un nuevo llamado.

Pasados unos días recibo una carta de citación, y al presentarme me envían a Mercedes, Corrientes, pero esta vez no estaba Juan Carlos Gauna.

Allí manifiesto que no haré el servicio militar, ante esta negativa solo estuve una semana y me devuelven al distrito militar del cual fui enviado, se repite la situación al decirme que espere una nueva citación. Estas idas y venidas se justificaban ya que nadie se quería hacer cargo de un ciudadano “rebelde”.

Ante un nuevo llamado del distrito militar me mandan solo y sin dinero para volver a presentarme a la ciudad de Mercedes. Recuerdo que el viaje lo hice haciendo dedo ya que no tenía recursos. Me presenté en el Regimiento de Infantería 12, donde repito mi negativa a cumplir con el servicio militar.

Con poca experiencia como Testigo de Jehová, porque tenía poco tiempo de bautizado, además los que eran ancianos no me prepararon para la dura prueba que se me venía, es más, era el único que se enfrentaba a ese tipo de circunstancias difícil en mi congregación, yo no sabía lo que se me venía, pero el gran amor que le tenía a Jehová, de serle fiel fue el motivo principal, además se agregaba la oposición de mi familia. Decidí enfrentarme con el poco conocimiento de la verdad en ese momento, percibía que esta prueba de neutralidad iba a marcarme para toda la vida.

Solo contaba con el apoyo de mi novia, Susana Quinteros, ella precursora especial de Bs As asignada con su hermana a esta ciudad, a mi congregación, ella fue mi único sostén emocional.

Relatos vividos en el Regimiento 12 de Mercedes, Corrientes.
Fueron variados los intentos para que me vistiera y tomara instrucción militar, pero al no lograrlo el Jefe de la Compañía me dijo unas palabras que quedaron grabadas en mí: “Yo a vos te voy a hundir…”.

Cuando veían que no aceptaba las órdenes para la milicia recibía todo tipo de maltrato verbal como: subversivo, testículo de Jehová, Jehovático, judío o lo que se les ocurriese, pero nunca me golpearon, fueron todas amenazas. Yo siempre permanecí callado y sin mostrar signos de nervios, me mantenía firme.

Cierta mañana con la tropa formada alrededor mío el Oficial que estaba a cargo arengaba a todo el personal militar que estaba formado como en un semicírculo alrededor mío gritándome y comparándome como un guerrillero, se iza la bandera en la playón justo es ese momento y ordena a todos saludarla, yo me sentía un poco aturdido y casi inmóvil.

Pasado unos meses llegó un Juez Militar tomándome declaración de ese incidente, y después me enteré que estaba haciéndome otra causa más que era: “Delito contra el Honor Militar”, siendo que yo no era soldado instruido, por esa razón no me consideraba militar así que no me cabía tal acusación, esto fue sumando años a lo que ya era común en nosotros por negarnos a servir como soldado que era “Insubordinación”.

Fue ahí que me mandaron al calabozo, que estuve por unos meses. Recuerdo que en ocasiones se “olvidaban” de traerme la comida, pero comía lo que les sobraba a los suboficiales presos que estaban en una pieza contigua a los calabozos, también quiero destacar que lo mismo sucedía con los colchones que me tenían que traer de la cuadra de soldados, al finalizar el día, a veces tenía que reclamar a la guardia que me custodiaba para que me los trajera, me salvo en varias ocasiones dormir sobre una puerta que uno de los soldados presos arrancó de un calabozo, yo la solía poner en el piso ya que por ser de madera me aislaba de la humedad y frío, también me ayudó para cubrirme un toldo que estaba tirado cuando no me traían frazadas.

Mientras tanto mis padres me presionaban con cartas para que acepte hacer el servicio militar, recuerdo que en una ocasión recibí una de un oficial de policía amigo de mi papa explicándome el valor que tenía cumplir con esa “obligación” ciudadana, con un punto de vista totalmente ajeno a las enseñanzas de Cristo.

Al principio estaba solo en los calabozos pero pasados los meses venían soldados castigados por diferentes causas, con ellos la convivencia no era fácil ya que algunos eran malos compañeros, recuerdo que sufrí ocasiones de robo de alguno de ellos de las pocas pertenencias que tenía.

Yo siempre preguntaba a la mañana temprano a la guardia quien estaría de oficial de servicio durante todo ese día, ya que eso determinaba como la iba a pasar. Cada vez que entraba el Teniente primero Stol, ese día podía esperar cualquier prueba, siempre visitaba los calabozos y nos hacía formar en la guardia y nos preguntaba por qué causa estábamos presos, yo le manifestaba que era por “insubordinación”, pero él me decía que era por cobarde decía así: “Usted está preso aquí por cagón*, repita esta palabra cuando yo le pregunte por que causa está, ¿entendió?”. Volvía a hacer la pregunta ¿Por qué causa está usted Iñiguez aquí preso?, por insubordinación le decía yo, y él me repetía “Usted está aquí por cagón”, así sucedía que varias veces intentaba que yo dijera pero nunca me iba a sacar esa palabra de mi boca.

Todos los días que entraba de guardia sucedía lo mismo repetidas veces, hasta que se cansó y dejo de hacerlo. Pero por el resto del día no me iba a dejar tranquilo, a la madrugada me sacaba afuera y me ponía un reflector en los ojos y me hacía todo tipo de preguntas desconfiando de que yo era un subversivo peligroso para la sociedad como era común en aquellos años.

Por mi buen comportamiento y dispuesto a colaborar como por ejemplo en una ocasión cuando los soldados presos se fugaron en una noche les mostré el método de fuga que utilizaron ellos, recuerdo que me invitaron a fugarme pero yo les dije que no lo iba a hacer, así fue que cierta mañana amanecí solo en los calabozos, fue así que me fui ganando el respeto, y ya dejaban de sacarme a la medianoche a barrer las calles con ramas de árboles, yo siempre dispuesto a dar un buen testimonio cristiano.

Todos estos sistemas psicológicos pretendiendo hacerme bajar mi estado de ánimo. Aclaro que algunos militares no recurrían a estos métodos de presión diabólicos mostrándose que tenían un cierto respeto y buenos sentimientos humanos.

Debo destacar que siempre recibía cartas de estímulo de mi novia, cartas de amor y apoyo por mi decisión, contrario a mis padres siempre me pedían que hiciera el servicio militar.

Y cada tanto recibía la visita de hermanos de la ciudad de Mercedes que quedaba a escasos kilómetros del Regimiento 12 de Infantería, ellos se interesaban de mi estado físico y emocional y espiritual, como también solían traerme alguna ropa o algo dulce para comer en los fines de semana en horario de visitas.

Cada tanto venían mis padres y mi novia cuando podían, ya que quedaba como a  unos 600 Km. de Rafaela. Recuerdo que ella, mi amada Susana me había traído un libro, “La verdad que lleva a vida eterna”, que yo escondía muy celosamente entre mis ropas, en la pelvis era el lugar más seguro para que no me lo descubran.

Con la incorporación de nuevos soldados llega un hermano en la fe, Daniel Aimo, ahora fallecido.

Cierto día relevan al jefe del Regimiento, y deciden sacarnos del calabozo, Daniel Aimo va a trabajar en el taller de electricidad y a mí me mandan a trabajar a una oficina del Segundo Jefe. Esa fue mi mejor estancia en el Regimiento, ya teníamos libertad para movilizarnos en todo el predio. Recuerdo que empecé a correr todos los días el perímetro del Regimiento como una terapia para descargar tensiones, y eso me hacía muy bien.

Después de estar en el Regimiento sin salir por dos años y siete meses deciden trasladarme a la Prisión Militar de Encausados Córdoba, para ser enjuiciado por las dos causas.

Traslado a la Prisión de Encausados Córdoba.
Al llegar al Penal me encontré con muchos hermanos en la fe, que estaban en mis mismas circunstancias, con ellos ya podíamos hacer algunas reuniones de estudio de la Biblia, ya era mejor mi convivencia, ahí sentí cierto alivio por la buena compañía de ellos.

Al llegar el día de juicio me mandan una lista de abogados militares a los que yo tenía que elegir para mi defensa, aclaro que no conocía a ninguno pero esperé que viniera a verme el que yo había elegido a dedo.

Llega el día de mi sentencia y el militar que yo había pedido para mi defensa no vino a informarse de mi negativa para ser soldado, así que no tuvo ningún argumento para presentar ante los jueces. Fue así que le pedí hacer mi propia defensa, pero mi sentencia ya estaba dictada que fue 5 años de reclusión, con prisión preventiva rigurosa, e inhabilitación absoluta perpetua.

Con la ayuda para la redacción de un suboficial que gustosamente se ofreció decido apelar la causa de “Delito contra el honor militar”, él estaba preso por otras causas. Al ser presentada y pasado algunos días me contestan que no tenía lugar para ello.

Aquí en este penal una vez juzgados nos permitían salir de franco, entonces yo optaba por ir un fin de semana cada 15 días más o menos y dependiendo de nuestra conducta a Buenos Aires donde ya estaba viviendo mi novia, viajábamos en el tren Serranoche que llegaba a Retiro.

Y en el próximo franco a Rafaela a visitar a mis padres, siempre viajaba a dedo ya que no disponía de dinero. Íbamos a la terminal de colectivo a pedirles por favor que nos dejaran viajar gratis, y así sucedió varias veces, pero una vez fui víctima sin saber porque, el chofer de colectivo acepto llevarme hasta el cruce de rutas de un pueblo llamado Angélica y de allí continuaría haciendo dedo hasta Rafaela.

Pero este chofer paro el colectivo en medio del campo en un lugar descampado y me obligo a bajar sin explicarme porqué, fue algo muy feo caminar a la medianoche por la ruta varios kilómetros hasta que logré que alguien me acercara hasta el cruce de esas rutas, Yo pensé que quizás me confundió con algún subversivo o no sé qué le paso por su mente.

Traslado a otro penal para terminar mi condena
Como en junio de 1980 junto con otros hermanos en la fe fuimos enviados en un avión militar al Penal de Magdalena provincia de Buenos Aires con una fuerte custodia, para cumplir el resto de mi condena.

 Al principio trabajé en el depósito de ropas y luego me mandaron a trabajar a la imprenta.

Fue en este penal donde caí en una especie de depresión al ver a otros que por imputarles solo “insubordinación” les daban la mitad de mi condena, muchos que veía llegar se iban antes que yo.

Recuerdo que unas veces le hice unas oraciones a Jehová enojado por la injusticia que recibía, como si El tuviera la culpa, porque de los 5 años de reclusión que me dieron no me contaron los 2 años y 7 meses que estuve preso en Mercedes, Corrientes, entonces mi condena total fue extendida a 7 años y 8 meses.

El 5 de diciembre de 1980 decidimos con mi novia, que ya vivía en Lanús Este, casarnos aun teniendo por delante 3 años para salir libre, me otorgaron solo 5 días para mi boda, y así sucedió, con gran felicidad de los dos.

Ella venia periódicamente a visitarme cuando no me tocaba salir de franco. Terminé mi condena el 22 de diciembre de 1983, y decidimos vivir en Lanús Este.

El problema es que yo pasado los años seguía con mi mente en el penal, me sentía preso aun estando libre, y cuando veía algún control de tránsito por la Policía o Gendarmería mi corazón palpitaba asustado como si me hubiera fugado del penal, evidentemente me había quedado secuelas de tantos años de estar restringido de la libertad, a veces solía despertarme enojado sin ningún motivo, y tenía constantes problemas digestivos, fue así que me derivaron al Hospital Udaondo, donde después de diversos estudios me dijeron que mi aparato digestivo funcionaba bien, que la causa venia por otro lado, entonces me recomendaron ir a un psicólogo, fue así que gustosamente acepté el consejo, y el descargar lo que llevaba adentro creí que me iba a beneficiar.

Después de varias sesiones la psicóloga me recomendó visitar al psiquiatra, donde me dio algunos antidepresivos y pastillas para dormir, seguí su tratamiento por varios años.

Después de algún tiempo adoptamos una nena, con una enfermedad en los huesos, ya que teníamos alguna deficiencia para tener hijos.

En el año 2004 a mi esposa le detectaron un cáncer en el estómago y fallece ese mismo año después de luchar mucho. Fue ahí que tome la decisión de volver a mi ciudad de origen.

Me mudo a Rafaela
Decido volver a mi ciudad donde crecí desde niño, Rafaela provincia de Santa Fe ya que Buenos Aires me traía malos recuerdos y era muy insegura. Amo esta ciudad no solo por ser más tranquila sino porque tenía toda mi familia. Ahí descubrí que el desarraigo me había afectado mucho, desde que me incorporaron a los 20 años.

Me hice cargo de mis padres ya envejecidos hasta que murieron, y continúe con la crianza de mi hija hasta que ella se casó.

En el 2013 me sale la pensión a mi favor por la detención injusta por negarme a cumplir con el servicio militar obligatorio, y meses después la indemnización. Actualmente puedo disfrutar algo de la ayuda económica por haber sufrido siendo joven, con la buena gestión para nuestra defensa del estudio de abogacía del matrimonio Moreau, éstos venían luchando desde el año 1998 después de muchos traspié para que entremos beneficiados como grupo perseguido por la dictadura, alegando que éramos objetores de conciencia,

Este es un relato desde los 20 años hasta hoy que tengo 64 años.

Estoy muy agradecido porque en democracia se reparó mucho del daño que sufrimos con mis compañeros hermanos en la fe, de la intolerancia del gobierno de facto de aquellos años, además ya podíamos disfrutar de reunirnos libremente y de predicar, nuestra organización conseguiría tener personería jurídica.

Ahora ya soy abuelo de una bebe de 13 meses, que me da mucha felicidad. La vida me dio ciertos placeres que antes no lo podía hacer como viajar y conocer algunos lugares turísticos, y las viejas heridas poco a poco se van cerrando, aunque parece que afloran algunas cosas producto de aquella gran prueba, pero tengo la virtud de poder contarlas sin que se me anude la garganta como me solía pasar antes, ahora puedo hacer este relato detallado de aquellos años de mostrar fidelidad siendo neutral, solo falta rehacer mi vida matrimonial ya que llevo 14 años de viudez, pero que sea con una compañera fiel a nuestro Creador, al Él sea toda mi adoración.

* El autor utiliza esta palabra pues está transmitiendo literalmente lo ocurrido y por el contexto.
Es una palabra vulgar, pero muy utilizada en ese ámbito militar.