Mi experiencia…
MONTAGUT, Jorge Antonio, Clase 1959.
Me incorporé el 2 de marzo de 1978 en el Batallón de Comunicaciones del Comando
141 de Ejército, en la ciudad de Córdoba, Cba.
Estuve en un calabozo que media 80 cm. por 150 cm. desde el día 16 y hasta el 14
de julio.
Nunca me dieron una colchoneta, por lo que debía dormir en el piso.
Durante ese tiempo no me permitieron bañarme ni afeitarme, tampoco me cortaron
el pelo.
Desde el principio recibí amenazas como que no me darían de comer aludiendo que
las provisiones eran militares. De todas formas los soldados me entregaban
alimento constantemente, así que eso no me afecto, de hecho salí de calabozos
con 8 kilogramos de mas.
Me sacaban a la Plaza de Armas todas las noches y me llevaban al lado del busto
del Gral. San Martín. Algunas veces con 4 grados bajo cero, podía sacarme la
escarcha cada tanto que se me juntaba sobre los hombros y la cabeza.
Recibí amenazas de muerte constantemente. Me apuntaron en la cabeza con pistolas
y en ocasiones con la pistola metralleta PAM.
Recuerdo particularmente a un oficial de apellido Pasenger que me molestaba
cuando servía como oficial de guardia (cada 2 Díaz). El último día en calabozo
(13 de Julio de 1978), tomó la guardia, pero me ignoró hasta las 23 horas de ese
día, me llamó a su oficina, me trató muy bien. Me dijo que tenía que comunicarme
una orden del Comando Militar, un documento sellado y firmado, que era mi
sentencia de fusilamiento. Decía mi nombre y que por negarme a vestir el
uniforme militar como soldado para defender la patria, seria pasado por las
armas el día 14 de Julio a las 5 de la mañana.
Luego me dio un papel en blanco, una lapicera y me dijo que escribiera a mis
padres o que y señalando el teléfono que los llamara. Agregó que yo aún estaba a
tiempo de desistir, que lo sentía mucho, que le dolía ser el quien tenía que dar
esa orden. En un momento me dijo “te pido por favor, ponete el uniforme, podes
ser mi hijo, no me hagas esto, no quiero hacerlo pero es mi deber”.
Recuerdo que sentí correr frío por todo mi cuerpo. Me levanté de la silla,
pasaron muchas cosas por mi mente, sabia que podía pasar o no, pero estaba
pasando, y le dije con calma (una calma que no era mía, sin duda la paz de Dios
que supera todo pensamiento), “Usted cumpla con su deber y yo quiero cumplir con
el mío”.
Entonces dijo “voy a tener que llevarte muerto y decirle a tu madre aquí está su
hijo. No me hagas esto”, le respondí “si, mi madre va sufrir y llorar, pero
sabrá que hice lo correcto y estará contenta y yo también”.
Le pedí que las horas que quedaban no me moleste, que quería estar tranquilo. Me
senté en la silla e internamente le di gracias a Jehová.
El levantó la vista, arrugó el papel y con los ojos llorosos me dijo “este fue
mi ultimo intento, quedate tranquilo esto no es real es simulación, yo admiro la
resolución que tienen ustedes al punto de morir por lo que creen, soldados así
son los que necesita la patria y no los tenemos.”
Llamó un soldado y le dijo "denle un colchón y manta y no lo molesten hasta el
cambio de guardia". El día siguiente me trasladaron a la Prisión Militar de
Campo de la Rivera.