Fui incorporado a la Agrupación Ingenieros Anfibios 601, Santo Tomé, S.F. el 15
de marzo de 1978. Después de todo el protocolo de incorporación, cuando me
llamaron para entregarme la ropa allí me identifiqué como Testigo de Jehová.
“Otro más”, exclamó el Suboficial Mayor, y ordenó “Al calabozo, ¡carrera mar!”.
Como no corrí, se molestó y me empujó hasta caerme. Entonces me dijo “ahora va
de rodillas hasta el calabozo”, y así fue, llegue con el vaquero gastado en las
rodillas.
En el calabozo me encontré con Di Campli y Mejía.
Después de estar varios días en calabozo, nos llevaron para higienizarnos al
pabellón correspondiente del Comando. Luego de bañarnos todos fuimos llevados a
la cuadra con más de 100 soldados al pie de sus camas.
El Sargento encargado me llevó al frente e hizo que un soldado traiga un mástil
grande con la bandera y delante de todos me dijo: “¿Así que usted no jura la
bandera?”, le contesté “no Sargento”.
El bastante nervioso me ordenó que bese a la bandera, le respondí: “Respeto a la
bandera como símbolo de la nación, pero no voy a besarla”.
El sargento se ofuscó mas, sus ojos se inyectaron en sangre y de repente sin
mediar palabra me pegó un puntapié en los testículos que me tomó por sorpresa,
fue tal el impacto y dolor que me desmayé, solo se que mas tarde me desperté
dentro de un piletón lleno con agua fría.
Fui llevado de allí al calabozo con dolores intensos. Aun sufro consecuencias
físicas debido a ese golpe.
Mentalmente no paré de pedir ayuda a Jehová, ese fue un gran susto.
Lo más anecdótico de esto es que después de un año y medio este Sargento (que
había sido ascendido a Sargento Primero) me hizo llevar a la Guardia y me dijo:
“Alberto, tengo que pedirte perdón por lo que te hice aquella vez con la
bandera”.
“No te hagas problema” le dije, “hiciste lo supuestamente era correcto en ese
entonces (saber si realmente éramos subversivos) yo hice lo correcto desde mi
punto de vista y el de mi Dios”
Me agradeció porque se daba dio cuenta que nunca le guarde rencor, varias veces
le arreglé el auto y siempre lo saludé con respeto.
Dos años y medio después cuando fui trasladado para ser juzgado, el se despidió
de mi y me regaló algo de dinero.