El Teniente Primero y su pistola…
FERREYRA, Esteban Héctor, Clase 1960.
Mi incorporación fue el 22/6/1979, en el Escuadrón de Exploración de Caballería
Blindada Diez Isidoro Suárez, con asiento en la Tablada, era el mismo cuartel
que el RIM 3 Gral. Belgrano.
Llegue a eso de las dieciséis horas, me recibió un suboficial mayor que por
todos los medios trató de convencerme para que aceptara vestir el uniforme. Uno
al que recurrió fue mostrarme tres fotos de soldados haciendo instrucción en
diferentes situaciones. Curiosamente en las tres uno de ellos estaba
cuidadosamente señalado con una flecha. Según ellos era un TJ de clase 59 que
había aceptado vestir el uniforme.
Al negarme se armó un revuelo no pequeño en la puerta de la Mayoría donde al
rato me enteré estaban todos los oficiales. Después de una hora me llevaron a
una oficina cargada de tapices rojos, cuadros y condecoraciones. Me recibió un
Teniente Primero de apellido Bronemberg que estaba manipulando una pistola y
comenzó a preguntarme por mi decisión en un tono amenazante, en un instante se
puso de pie y me arrojó el arma estando yo sentado, al protegerme del golpe con
mis manos me dijo que le alcanzara la pistola y cuando se la entregué me dijo:
“¿vio que no cayó ningún rayo del cielo por agarrar un arma?”
Y de nuevo todas las amenazas de las que me habían advertido los soldados al
presentarme. Tiempo después comprendí porque no insistieron mucho en lograr que
vistiera el uniforme pues las fotos que me mostraron del TJ que transigió
deberían ser muy viejas, pues un tiempo después vino a buscar su libreta firmada
un hermano de nombre Hugo a quien por nada el jefe del escuadrón de apellido
Fleurquin quiso procesar pues le habían casi atrofiado las piernas pateándolo
con las botas de montar. Tan graves eran las marcas en sus piernas que podría
haber afectado su próximo ascenso a Teniente Coronel.
Sin duda la intransigencia leal de Hugo medió para hacer desistir a estas pobres
personas de su intento. Luego me enteré que el Teniente Primero Bronemberg tuvo
la “desgracia” que justo yo fuera destinado a la sección de la cual el era el
jefe.
Y faltaban solo unos meses para su ascenso. Lo que podría verse afectado por no
haber podido hacer efectivo su mando sobre un joven Testigo de Jehová.
Unos meses mas tarde habiendo sido ya procesado, al ordenarme que me parara
firme (postura que demuestra total sumisión y disposición a ejecutar las
órdenes) y nuevamente al obtener un rotundo “no” el pobre hombre dejó al
descubierto toda su frustración al tirarme al suelo a golpes de puño delante de
toda la guardia saliente y la entrante.
Cuando se dio cuenta de su error ordenó a dos soldados que me llevaran atrás de
la guardia. Si bien hoy razono el porqué de llevarme atrás de la guardia en
aquel momento que me arrastraban los dos soldados iba orando pues creí que ese
era mi fin.
Allí estaba la gran frustración de esos pobres hombres que se creían dueños de
la vida, estos “nadie” de dieciocho años de edad estábamos en constante
comunicación aun en los peores momentos con nada menos que Aquel que es Fuente
de la vida, Jehová.