Hace unos años, después de serie de asambleas de circuito, una hermana de mi
congregación que se la perdió fue a una en otra fecha, y al regresar me dijo:
“te traigo un saludo especial”, un hermano que se enteró que era de La Plata me
abordó y dijo: “Usted conoce a Beto Heredia?”
“Quiero enviarle un abrazo y saludo enorme, yo soy [Fulano], estuve con él en el
sur, en el comando de la 9na Brigada de Infantería, Chubut.”
“Yo siendo soldado fui uno de los que se burlaba de los Testigos de Jehová y uno
de los que le echó agua una madrugada cuando una vez el estuvo en el calabozo de
la guardia”.
“Cargo con una gran culpa en mi conciencia, y quisiera que le envié mis más
sinceras disculpas. Su posición y conducta en aquellos momentos me impresionó y
años después cuando me tocaron timbre los TJ no dude en recibirlos.”
“Y ahora soy un hermano como ustedes, por favor no se olvide de darle mis
disculpas…”
Nunca supe el nombre porque la hermana se lo olvidó. Solo sé que era del sur de
gran Buenos Aires, pero lo más importante fue mi satisfacción de saber que
nuestro ejemplo de integridad sirvió silenciosamente en el caso de ese “soldado”
que después se convirtió en nuestro hermano.