Objetores de conciencia en Argentina

Relatos: La incorporación

Experiencias en el calabozo.
VALLEJOS, Emilio Humberto, clase 1961.


Estas experiencias las cuento porque comprobé como Jehová nos cuidaba y nos protegía de algún modo de ciertos males.

Llevaba varios meses en el calabozo de la guardia. Un sábado a la noche a uno de los presos se le permitió tener un televisor (todavía blanco y negro). El asunto fue que había una pelea de un boxeador argentino muy importante y al jefe de guardia de ese día le gustaba mucho el boxeo, por lo tanto, el había dado permiso a los soldados que estaban en descanso en la guardia que si querían mirar la pelea lo hicieran.

Recuerdo que antes de empezar la pelea había una película de cowboy que
estábamos  mirando y al soldado que tenía que estar en la guardia se le ocurrió entrar al calabozo con el FAL y el casco puesto a mirar la película; allí uno de los presos le advirtió que tenga cuidado con el arma.

El soldado empezó a jugar con el FAL, en imitación a lo que se proyectaba en la película sin darse cuenta que se había olvidado de ponerle el seguro y  de pronto se le escapa un tiro con tanta desgracia que impacto a un preso que estaba a menos de 3 metros, la bala  traspasó por el brazo izquierdo e ingresó al cuerpo, saliendo por la espalda. Un proyectil al ingresar deja una perforación muy pequeña, pero al momento de salir desgarra la carne y produce un gran agujero, cuando el cuerpo se desplomó en el piso le salía sangre a borbotones, pobre muchacho se desangró en unos minutos. Y aunque en seguida lo trasladaron en helicóptero al hospital militar, murió en el camino.

El presenciar ese suceso horrible me hizo pensar que podía haberme tocado a mi esto me afecto por mucho tiempo pero al reflexionar llegué a la conclusión que Jehová me protegía.

Otro suceso que pasé en el calabozo.
Hacia poquito que estaba incorporado, solo un par de meses. Conmigo estaban presos 4 soldados de la clase anterior por robo de ropa y un arma. Además había un desertor que ya tenía 27 años. De todos ellos, dos me hacían la vida imposible. Uno de ellos era malo, tenía mucha maldad encima y era un resentido.

Este influenciaba al otro para buscarme “roña”, querían hacer que me enojara. Una vez cuando estaba acostado en mi individual (solo entraba un colchón de una plaza), entraron los dos y se tiraron arriba mío, al principio pensé “éstos me van a violar” y empecé a defenderme como pude y grité. El ruido despertó a los otros presos por lo que no llegaron a hacer nada.

Ese es de los recuerdo que uno “se guarda” para si mismo y jamás lo comenté con nadie.

Esta experiencia termina de esta manera en el año 2019. Una tarde recibí un llamado de Fernando Gaertner y que me comento que estaba con una persona que quería saludarme. Le dije que si y me conectó con uno de esos ex presos, llamado  Jorge. Lo reconocí por su voz  de inmediato. Conversamos un rato y en un  momento me pidió tener una charla de persona a persona, acepté y organizamos que cuando él viniera para Rosario, ya que tiene parientes aquí, viniera  a mi casa.

En julio de 2019 vino con su esposa, Claudia, hablamos un rato y me comentó que su esposa y uno de sus hijos se habían bautizado el año anterior. Fue una alegría muy grande saber de esto. Noté que Jorge estaba algo nervioso, antes de irse me pidió hablar en privado.

Afuera de la casa, para mi sorpresa se puso a llorar y me confesó que había algo que lo atormentaba desde hacia muchos años e incluso había ido a una psicóloga y esta le había aconsejado que lo tenía que exteriorizar, hablar por eso él tenía la necesidad de encontrarme,  me pidió perdón y me dijo que aquella vez que se habían tirado arriba mío era para violarme. Ya lo habían decidido los dos, pero en ese momento el me recordó que con todas mis fuerzas  grité el nombre de Jehová, le pedí su ayuda, esto lo frenó y le dijo al otro cómplice: “no, no dejálo”.

Fue grande mi sorpresa, porque habían pasado 38 años y esta persona vino a pedirme disculpas. Y repetía vez tras vez, que lo perdonara por todo lo que me hicieron pasar porque no me lo merecía.

Por supuesto que lo perdoné, es más lo animé a que siga estudiando y asista también a todas las reuniones y así su conciencia estaría más tranquila.

Le comenté que para diciembre de ése año tendíamos la asamblea internacional y quizás necesitaríamos alojamiento asi que
me dijo  que su casa estaba cerca de La Plata y que para el  su familia sería un placer alojarnos.

Sin lugar a dudas, Jehová no sólo nos cuidó y guió en el aquel tiempo sino también nos preparó para la vida.

Estoy eternamente agradecido a Él, por haberme cuidado en ese tiempo tan particular para mí.