Relatos: La incorporación
“¿Que va a hacer si lo queremos tirar?”
AGUIRRE, Ricardo Walter, Clase 1962.
Fui incorporado el 26/3/1981 en el Distrito Militar La Plata. De ahí me
destinaron al Batallón de Combate 601 en Campo de Mayo, una unidad que utilizaba
helicópteros PUMA.
En el traslado cuando me identifiqué como Testigo de Jehová, me amenazaron con
tirarme del helicóptero. Me preguntaron si lo era, como conteste que sí,
abrieron las puertas del helicóptero en vuelo y me preguntaron si estaba seguro,
porque me iban a tirar.
“¿Que va a hacer si lo queremos tirar?” Le respondí que estaba dispuesto
a morir.
Cuando llegué a Campo de Mayo me dan para elegir la ropa pero como no quería la
ropa verde del Ejército me quitaron la mía y me dieron un pantalón corto blanco
y un par de medias blancas y tenía que andar con eso y me llevaron al Vivac
(lugar de instrucción de la tropa).
Allí me llevaron al 3er pelotón de la Compañía A y así estuve varios días. Luego
me pusieron con Lembo y Mendoza (otros testigos incorporados en unidades
cercanas) a cuidar las letrinas del Campamento de Campaña. Así los tres
estábamos en las mismas condiciones hasta que a cada uno de nosotros nos
separaron para hacer la Instrucción Militar con su respectiva unidad.
En ese momento le aclaré al Teniente Fernández que como Testigo de Jehová no
podía hacer la instrucción militar, ya que iba contra mi conciencia. Hasta ese
momento me tenían en el campo vestido, solo con zapatillas, medias y pantalón
corto blanco, o sea con el torso desnudo, ya estaba promediando el mes de abril
y se sentía el otoño.
Luego de una semana de ese trato me llevaron a enseñarme las armas con la
Compañía y yo estaba ahí con el resto de los soldados. Los Suboficiales
enseñaban con se desarmaban y armaban las armas. Luego de la clase, les
preguntan a los soldados para observar si habían aprendido. Luego me preguntaron
a mí, y como no les contesté nada, me incomunicaron en una carpa grande.
Allí me tuvieron unas 2 horas me dieron mi ropa y me vestí. Luego de ese
tiempo, apareció el Teniente Fernández y me ordena salir afuera. Luego formaron
un pelotón frente al Teniente Fernández. Me pidió que saque la ropa militar que
me asignaron y me ordenó que me vistiera con ella. Ahí le conteste que no lo iba
a hacer. Repitió la orden hasta la tercera vez y grito ¡INSUBORDINACIÓN!
y ordenó que me llevaran al calabozo.
Ya en el calabozo las cosas no fueron buenas ya que allí las paredes tenían
mucha humedad y los colchones también, lo cual me trajo rinitis alérgica aguda.
No me dejaban salir en ningún momento, solo para los cambios de guardias por las
mañanas a las 6:00 hs.
Esto fue así por 8 meses.
Según el oficial de servicio, podía recibir visitas pero a veces no las dejaban.
En todos esos ocho meses siempre me amenazaban de castigarme físicamente, había
noches que no dormía. Un día se desertó un soldado, y cuando lo atraparon, lo
alojaron en otra celda contigua. Desde ese día el trato empeoró, hasta no nos
dejaban salir ni si siquiera para ir al baño.
Por fin, un día el Sargento García de la Cocina de Suboficiales me pidió para
trabajar. Allí trabajé hasta que me trasladaron a la Prisión Militar de
Encausados en Campo de Mayo. En la cocina trabajaba de 5:30 hasta las 22:00 y
los fines de semana también y teníamos que cocinar para algunas fiestas que
hacían el casino. Cada día era malo, pero por lo menos en la Cocina del Casino
podía comer mejor.
Un día me llamaron para ir al Juzgado, allí me leyeron las acusaciones y lo que
tenía que enfrentar, también me dieron la fecha cuando seria el juicio.
Como a los demás compañeros, una vez que se había elevado la información al
Juzgado Militar, bajó la presión en la unidad, ya que no había vuelta atrás. Por
eso, seguí trabajando en la cocina del Casino.
Después de ir al juzgado, ya no tenía que dormir en el calabozo, eran más
indulgentes, salvo que algún Oficial de Servicio no me autorizara, entonces
tenia que dormir en el calabozo.
Con el tiempo me trasladaron a la Prisión Militar de Encausados en Campo de
Mayo. En la “prismil” (le decíamos así en la jerga) trabajé primero en la
construcción de la entrada de la cárcel, después me asignaron a trabajar en el
horno de ladrillos.
Los primeros meses no salíamos de franco y nos obligaron a tener como producción
1.000 ladrillos por día, nos dijo el Suboficial Mayor Pérez (Perico) a cargo que
nos iban a pagar algún dinero, pero nunca nos dieron nada.
Además, también tuvimos que cuidar a su hijo que tenia problemas mentales,
porque tuvo un ataque de meningitis. Si bien había un soldado que estaba a
cargo, casi siempre lo cuidamos nosotros.
A pesar de que hacíamos eso, nos pedían igual que fabricáramos los 1.000
ladrillos así por cuatros meses después de eso empezamos a salir de franco.
Indudablemente era un trabajo esclavo, la cuota era muy alta y se utilizaban
elementos que lesionaban el cuerpo.
¿Como era el día de trabajo en el horno? Bueno, teníamos que trabajar de
las 7.30 hasta las 18 horas. Teníamos que preparar el pisadero (lugar donde se
mezclaba el barro) los preparamos con la paja y la viruta mas la tierra, después
con un tractor la removíamos. Nos sentíamos como los israelitas en Egipto bajo
Faraón.
Trabajábamos con carretillas de madera y las ruedas también eran así, con barro
cada una pesaba unos 100 kilos, como resultado de ese esfuerzo sobrehumano allí
me lesione totalmente los meniscos de la pierna derecha.
Mis compañeros allí fueron: Olazar, Mesa, Falcón, Baigorrita, Papasidero,
Varela, Iribarren y Cosoli. Teníamos que hacer los adobes y luego armar la
hornalla de unos 1.800 ladrillos.
El 12 de diciembre de 1983, fui a Magdalena. Estuve alojado en la cuadra que se
armó en una vieja carpintería porque ya eran muchos los TJ alojados allí. Luego
me trasladaron al pabellón 5 Alto, a la celda 15 que era utilizada los mediodías
para hacer las reuniones.
Yo trabajé en jardinería, cuidando las ovejas, y en la congregación de encargado
de Seguridad.
Estoy contento de haber pasado esa prueba y haber sido fiel a Jehová a pesar de
haberme incorporado recién bautizado. El estudio me lo hicieron Daniel Carles y
la parte final Carmelo Mangiardo porque me mudé a Hurlingham. Ellos también
fueron detenidos unos meses después, por neutralidad, y con el tiempo pude
encontrarme con ellos y compartir parte de esta etapa de mi vida.
El 20 de mayo de 1984 me fui de baja.