Objetores de conciencia en Argentina

Relatos: La incorporación

El ser leal me salvó de la muerte segura en la guerra.
RICCITELLI, Luís Adolfo, Clase 1960.


Corría el año 1981. Como Testigo de Jehová sabia que tenia que enfrentarme a la prueba de la neutralidad cristiana.

Estábamos bajo el gobierno militar, pero tenía confianza. Me ayudó el hecho de que en mi congregación había 5 hermanos que ya estaban presos en Magdalena, y en sus salidas de franco nos contaban como estaban, y nos daban apoyo y ánimo a los que íbamos a entrar dentro de poco al servicio militar como objetores de conciencia.

Mi familia me dio apoyo incondicional, me visitó en la Prisión Naval e incluso cuando me trasladaron a la Isla Martín García y luego al penal de Magdalena.

Llegó el momento de la incorporación, como me tocó el arma de Marina, tuve que presentarme en el lugar llamado CIFIM, ubicado en Parque Pereyra Iraola, camino a La Plata. Era el 5 de octubre de 1981.

La incorporación se parecía mucho o debiera parecerse a mi juicio a un gigantesco campo de concentración, ya que éramos casi 1.000 personas durmiendo en un galpón con camas cuchetas colocadas de a 5, una sobre otra. Luego de estar allí nos trasladan a la Prisión Naval en Retiro, donde dormíamos en un dormitorio común junto con asesinos, ladrones, violadores y gente de esa calaña. Aun en esas condiciones, Jehová siempre nos protegió.

Allí mismo pude empezar un estudio bíblico con un preso, que luego con el tiempo llegó a bautizarse.

En cada uno de los lugares tuve presiones de todo tipo, al llegar a Magdalena desde Isla Martín García, la gente que nos traía dio a entender que éramos individuos “pesados”, hecho irrisorio ya que todos éramos Testigos de Jehová. Eso provocó un recibimiento agresivo por parte del personal de Gendarmería, uno de ellos me colocó literalmente un cuchillo en la garganta.

Siempre agradezco a Jehová el haberme cuidado en todo momento y lugar.

El poner en práctica los principios bíblicos me salvó. Mi generación se salvó de morir siendo testigos varias veces, con la subversión armada (evitando tomar partido), con la epidemia de Sida que empezó en los años 80 y en mi caso, al ser clase 62 con el conflicto armado de Malvinas. De hecho, yo me incorporé como Infante de Marina, la compañía B/62 Quinta, murió casi en su totalidad en los combates en islas Malvinas, volvieron 3 soldados nada más. Si hubiera sido infiel, mis huesos estarían en un cementerio militar en una de las islas. 

Que bueno que fue obedecer el mandato de “no aprender mas la guerra”.

Estando en Magdalena tuve la oportunidad de progresar en sentido espiritual y tener la compañía de muchos hermanos. Fue un privilegio haber sido fiel a Jehová en ese tiempo y siempre estaré agradecido pues pude conservar mi vida, literalmente.

Me fui de Magdalena el 5 de mayo de 1985.