Objetores de conciencia en Argentina

Relatos: La incorporación

Fue una experiencia de aguante, de resistir, de estar.
WILMS, Juan Alberto, Clase 1963.


Me incorporé a mediados de marzo de 1984, había pedido prórroga por estudios e ingresé con la clase 1965. Me tocó ejército.

En ese momento vivía en Trelew. De allí nos trasladaron en ómnibus hacia el sur hasta la localidad Comandante Luis Piedrabuena, provincia de Santa Cruz, un viaje de poco menos de 1.000 kilómetros.

Llegamos a la Guarnición de Ejército “Comandante Luis Piedrabuena” una base del Ejército que dependía de la XI Brigada Mecanizada y donde funcionaban el Grupo de Artillería 11 y el Batallón de Ingenieros de Combate 181.

Me asignaron a la unidad de Comando y Servicio del Batallón de Ingenieros de Combate 181. Me identifiqué enseguida como testigo de Jehová, y hasta ese momento era el único. No tuve problemas mayores, me dio la idea que no sabían qué hacer conmigo.

Todavía no habían sido incorporados todos los soldados, así que pasaron días y días en donde nos tenían dando vueltas. A algunos los sacaban a hacer ejercicios o tomar sol.

Como no tenían claro que hacer conmigo me metieron en los baños para que los mantenga limpios. Estuve cerca de una semana limpiandolos.

Yo no era bautizado. A la larga uno se siente indefenso porque de una forma u otra era agredido verbalmente. Empecé a sentirme algo deprimido por la situación. Oré mucho a Jehová y le pedía que me ayude, yo le decía que me mande a alguien porque se me hacía difícil aguantar solo.

Cuando llegó el resto de la tropa me llevaron a hablar con un oficial superior para definir mi postura, ratifiqué que era testigo de Jehová y que no haría el servicio militar.

Allí alguien me indicó que había otro testigo más. Eso me hizo me hizo sentirme muy contento, me dio mucha fuerza, me animó mucho. Pasaron unos días más y me comentaron que había otro testigo más.

En un momento cuando juntaron y ordenaron a toda la tropa nos pusieron a los tres juntos, Carlos Carvajal , Gustavo Baldasarri y yo.

Gustavo Baldasarri era precursor regular y sin perder tiempo me empezó el estudio bíblico a mí también. El le predicaba a todo el mundo.

Llegó el día que de la conmemoración, así que mientras estaban retirando la ropa de civil a los soldados y entregándoles la ropa militar, había un revoltijo en la cuadra, allí aprovechamos para hacer la reunión en un rincón al borde de una escalera. No teníamos ni el pan, ni el vino, Gustavo Baldasarri hizo una conferencia corta e hizo las dos oraciones. Fue un muy lindo momento.

Así que estuvimos los tres muy juntos. Una vez definida la situación nos preguntaron si estábamos dispuestos a trabajar en algo, dijimos que si, y nos pusieron en diferentes lugares.

El problema fue que pasaba el tiempo, estuvimos cerca de seis meses y no sabíamos qué iba a pasar con nosotros.

Pasó un viajante a visitarnos, Osvaldo Frías. Debido a esa situación el nos sugirió que no trabajáramos, para que se pueda definir claramente que sucedería con nosotros. Dijimos que no íbamos a trabajar más, nos encerraron en un depósito.

Dos meses después nos mandaron a Buenos Aires, nos trasladaron hasta la Base Aérea de El Palomar. Allí nos esperaba una escolta para llevarnos a Campo de Mayo, un suboficial y varios soldados. El suboficial ordenó a los soldados que calen bayonetas para el traslado. Un soldado preguntó para que semejante movimiento, el respondió “Soldado, hágame caso, no se confíe…”. Así que pusieron bayonetas a los fusiles y salimos. En realidad en el viaje los soldados dejaron de lado los fusiles y viajamos todos juntos sin problemas.

Llegamos a la prisión militar de Campo de Mayo, allí había hermanos. Nos dieron la ropa de fajina de soldado, nos dijeron si queríamos trabajar, dijimos que sí. A mi me dijeron que en mayoría estaban necesitando un secretario para un sargento ayudante. Lo único que tenía que hacer era cebar el mate.

Después necesitaban un comisionista, y me pusieron a hacer ese trabajo. Por la mañana salía a hacer las comisiones, al Estado Mayor Conjunto o iba a varias unidades militares llevando papelería.

Terminaba mi trabajo y me iba a la casa de mis abuelos en Villa Adelina a dormir. Y al otro día por la mañana temprano a Campo de Mayo.

Pasaron unos 6 meses y me trasladaron para el juicio militar por insubordinación. Me condenaron a tres años de prisión.

Apelé la sentencia, en mi caso lo trató un Juzgado Civil, porque estaba el tema de la obediencia debida, y como fui incorporado en el sur, fui trasladado a Comodoro Rivadavia en donde me hicieron otro juicio. Cerca de tres meses más tardes, me liberaron.

Allí puede visitar a Rolando Rothfuss que estaba detenido, iniciando su causa. Luego compartimos varios años en Betel.

Así que estuve aproximadamente un año y medio preso.

Fue más una experiencia de aguante, de resistir, de estar.
De mostrar lealtad a Jehová.
Fue lindo conocer a muchos otros chicos que han aguantado con integridad.