El 4 de abril de 1984 a las 6 de esa fría mañana me presenté en el Batallón 141
de Córdoba, sin saber que sería de mí.
Empezaron a pasar lista y de pronto y gracias a Jah me encuentro que somos 4 los
hermanos que teníamos el mismo destino. Aunque aún no sabíamos cual sería.
Que bueno fue identificarse inmediatamente y no esperar llegar a destino, porque
así desde el primer momento ya tuvimos compañía y apoyo emocional.
Al mediodía más o menos nos llevaron caminando hasta la estación del tren. Luego
un hermano (que no lo era en ese momento, de hecho llevaba 3 años inactivo) me
dijo: “mientras caminábamos hacia la estación pensé en fugarme, pero había mucha
policía militar”.
Llegamos a la estación y aquello era impresionante, 3.500 cordobeses asignados
al sur (Neuquén, Junín, Zapala, Bariloche, etc.) Nos dieron una bolsa con 3
manzanas y 2 sándwich de mortadela.
A las 18 horas partió el tren y se nos partió el corazón al ver a nuestros
padres y familiares sin saber a dónde nos llevaban y dándonos ánimo a pesar de
las lágrimas.
Después de 2 días y medio de viaje, el martes a las 5 de la mañana llegamos a
Neuquén capital. Nos tocaba la Compañía de Comunicaciones de Montaña 6.
El recibimiento en la estación de tren no pudo ser peor, los soldados viejos nos
habían preparado mate cocido con leche y jabón (que simpáticos).
Ya en la compañía llegó el momento de negarse a ponerse la ropa y explicar
nuestra posición. El jefe de compañía el Mayor Navarro, no quería que nos
mandaran presos e hizo lo posible por qué entráramos “en razones”.
De hecho al día siguiente nos ofreció que nos pusiéramos ropa de fajina y que
pasáramos el tiempo de la “mili” haciendo otras tareas y luego nos firmaba y ya
está. Lo consultamos entre nosotros y me llamó la atención la firme postura de
uno de mis compañeros (éramos 2 testigos y 2 inactivos, ni bautizados) el que
era un no bautizado y fue el primero en decir que su conciencia no le permitía
aquello, porque al fin de cuentas se nos tomaría como soldados.
Que buena decisión, porque gracias a eso seguimos con nuestra ropa de civiles y
no pasaron más de un par de días cuando unos hermanos precursores especiales
(Alejandro Abit y su esposa) pasaron por la puerta y vieron allí a 4 que no
llevaban uniforme y se acercaron a preguntar.
Que gran ayuda de parte de Jah. ¡Cuánto ánimo nos dieron y cuánta ayuda!
Además ellos avisaron a nuestros angustiados padres, donde estábamos y que nos
encontrábamos bien. Aquella familia fue una fuente de refrigerio para nosotros,
cuando salíamos teníamos donde ir y asistir a alguna reunión allí cerca del
cuartel. Además nos dieron excelentes consejos cuando los necesitamos, como
jóvenes que éramos, los necesitamos más de una vez y allí estaban con el resto
de ancianos para pastorearnos.
La pena muy grande por mi parte es no haber sabido dar las gracias infinitas en
su momento, se las daré en el NM, porque el hermano ya murió.