Balocco, Luís Pablo, Clase 1925: Relato de su caso.
El 28 de diciembre de 1978 mi padre fue citado como parte de la
reserva a incorporarse a las filas militares. Esto sucedió en Concordia, Entre
Ríos.
Para ese entonces su sistema arterial y corazón estaban bastante deteriorados.
Así que al presentarse había que hacer una Junta Médica para definir si era apto
para incorporarse. Le dijeron que se la harían pero tenía que vestir el uniforme
militar.
Ante su negativa por ser objetor de conciencia, pasó un tiempo incomunicado en el
Regimiento de Concordia, en la enfermería. Luego fue trasladado a la cárcel
común, (no militar) entre condenados por diferentes delitos. Para ese entonces
mi madre y una hermana menor de 13 años (Susana), quedaron solas en casa sin
saber el desenlace de este asunto. El hermano Jorge Bove también pasaba por la
misma situación.
Al poco tiempo por la salud de mi padre, se lo trasladó al hospital público de
la ciudad con una custodia policial (no militar) las 24 horas. Había algunos
días que podía venir a su casa por una hora, y el policía tenía que acompañarlo.
Aclaro que desde que salió del regimiento la familia podía verlo en ciertos
horarios.
Con el tiempo se lo trasladó a la Prisión Militar de Encausados Campo de La
Rivera, en Córdoba (a finales de 1979). Mi madre y hermana lo acompañaron pero
no podían quedarse con él. Una familia de testigos les dio alojamiento. Sin
embargo al empeorar su salud se permitió que mi madre quedara todo el día con
él, aunque mi hermana menor viajaba sola de ida y vuelta todos los días desde el
alojamiento a Campo de La Rivera.
Para este tiempo mi madre se había conectado con diferentes mandatarios
militares pero no había respuesta sobre la junta médica, aunque las evidencias
mostraban que su salud se deterioraba rápidamente. Uno de dichos militares le
dejó un número telefónico para que lo llamara ante cualquier emergencia. Un día
llegó un camión militar y uno de ellos dijo a mi madre que tenía orden de
llevarse a mi padre y no dijo adónde. Ante esto, mi madre llamó el militar antes
mencionado, él solicitó hablar con el que venía en la comisión, y luego se
retiraron. No lo llevaron a mi padre, pero no sabemos que hubiera sucedido si mi
madre no hubiera actuado con rapidez.
Cerca de los tres años de esta historia, fue llevado a Paraná, Entre Ríos donde
se lo internó para que se hiciera la junta médica. Recibió maltrato verbal por
cabos jóvenes que no aprobaban su postura neutral. Finalmente es llevado a
Buenos Aires, y después de dos años y medio la junta médica militar determinó
que no estaba en condición de ser incorporado, 100 por ciento inepto.
Volvió a su hogar, con una discapacidad total para moverse, con todo el trauma
emocional que eso significó. Mi hermana hasta el día de hoy sufre problemas
emocionales por lo vivido en su adolescencia. Su madre (nuestra abuela) cayó en
depresión que la llevó finalmente a la muerte. Después de sufrir física y
emocionalmente, y el desgaste que todo esto produjo en mi madre, falleció el 28
de mayo de 1986, a días de cumplir los 61 años, dejando viuda a mi madre a los
57 años.
A pesar de las secuelas que esto produjo en la familia, estamos contentos que
nuestros padres fueron leales hasta la muerte, y un ejemplo para sus hijos, y
tantos jóvenes que los conocieron que sin duda infundió en ellos la
determinación de no rendirse aún ante la muerte.