Mi muy amada familia:
Nunca desee escribir una carta como ésta. No obstante, las circunstancias así lo
han hecho necesario.
Se bien que esta situación, por la que les toca pasar, les causará mucho más
dolor que a mi. La pérdida de un familiar amado causa profundas heridas que
tardan mucho en sanar. Sin embargo, es mi propósito alentarlos a sobrellevar
esta tragedia con entereza y dignidad.
Desde los inicios de este proceso que insumió poco más de tres años, nunca deje
de sentir e apoyo moral que ustedes me brindaron. En todo momento me sentí
miembro de una familia unida por lazos tan fuertes que no pudieron ser siquiera
resentidos por el tiempo o la distancia. En mis momentos más difíciles, el
recuerdo de ustedes se constituyó en fuente inspiradora de fortaleza y ánimo.
Verdaderamente tengo mucho que agradecerles, mientras mantengo la convicción de
que la unidad no se quebrará sino por contrario, se acrecentará ante esta
eventualidad.
Agradezco infinitamente a nuestro amoroso Dios Jehová, haber nacido en el seno
de una familia como esta y ruego que pese a las desagradables contingencias de
esta vida, esta amistad nunca sea destruida.
La congoja que experimentarán al leer estas palabras yo la comprendo. Solo les
solicito que no permitan que el dolor los arrastre, sino que prevalezcan contra
él, remitiéndose a la inextinguible fuente de consuelo que son las Santas
Escrituras. Ellas les brindarán la calma interior necesaria para continuar en el
camino difícil pero finalmente gratificante que los conducirá al Nuevo Sistema
en el cual podremos reencontrarnos y retomar una vida de dicha y felicidad, sin
los temores y sufrimientos actuales.
Recuerden siempre que la muerte es un estado transitorio, de modo que solo deseo
que mi recuerdo les sirva de aliciente para seguir firmes ante los últimos
embates de un mundo que ya no tiene recobro. “¡Gracias Dios, porque él nos da la
victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo! Por consiguiente, amados
hermanos míos, háganse constantes, inmovibles, siempre teniendo mucho que hacer
en la obra del Señor, sabiendo que su labor no es en vano en lo relacionado con
el Señor” (1 Cor. 15: 57,58)
Con todo cariño, Alfredo
