4302: BOXLER, Carlos, Relato de su historia personal
En el año 1977 fui sorteado para hacer el servicio
militar y el 15 de marzo de 1978 fui convocado en el
Regimiento 121 de Rosario para los exámenes físicos,
considerado apto, a la mañana siguiente junto a otros
jóvenes nos llevaron en tren a Buenos Aires y de allí,
al Regimiento 7 de Infantería de la ciudad de La Plata,
allí designado a la compañía "C" donde se nos hizo
formar, pusieron vacunas y luego comenzó el reparto de
ropa, fue entonces que tuve que explicar que por motivo
de conciencia no aceptaba esa indumentaria que me
identificaría como soldado, ni tampoco me adiestraría
como tal, fue entonces que fui llevado a la oficina de
los oficiales, donde fui presionado, insultado y
amenazado; luego me explicaron que me encerrarían en el
calabozo, me juzgarían como subversivo y me
encarcelarían, todo lo cual sucedió.
El calabozo constaba de una habitación de 5 x 4 metros,
tenía una ventana que daba a un pasillo del regimiento,
allí alojaban detenidos a desertores, drogadictos,
ladrones y hasta violadores; al lado de esta habitación
había dos pequeños calabozos de 1 x 1,50 metros uno con
puerta de rejas, el otro con puerta maciza de madera con
una pequeña mirilla, el cual era para los incomunicados,
allí es donde me pusieron a mí, sin colchón y me
arrojaron agua.
En las partes altas de esta celda anoté textos bíblicos
que me acordaba muchos de los cuales habían sido los
textos del año en las congregaciones (Salmos 91:2; 2
Pedro 3:14) reflexionaba sobre la importancia de no
faltar a las reuniones y de prestar la debida atención
como lo dijo el apóstol Pablo (Hebreos 10:24-25)
Aunque las temperaturas eran bajas (estábamos en otoño)
no me daban comida, ni el mate cocido (infusión que les
daban a los otros) y que al igual que el colchón deben
darse a todos los presos, decían que si no quería ser
soldado no merecía estas cosas.
Sin embargo porque Jehová no permite que padezcamos mas
allá de lo que podemos soportar (1Co 10:13) estas cosas
las obtuve por medio de algunos de los detenidos a
quienes les predicaba, quienes no podían creer lo que
estaba sucediendo, seguramente Jehová estaba moviendo a
estos para ayudarme.
Como parte extra del castigo a la noche se me llevaba a
lugares oscuros donde con luces directas a los ojos se
me interrogaba (practica acostumbrada en esos tiempos)
también fui llevado al C.O.T. (Centro de Operaciones y
Tácticas) se me insultaba, se me denominaba
peyorativamente con términos antisemitas, racistas,
además se me acusaba de subversivo, yanqui y comunista,
aunque esto era lo de menos, ya que después un
suboficial adelante de todos, desenfundó su arma, una
pistola 9 mm, me apuntó en la sien y me dijo "si no
desiste de esa posición, me ejecutaría como a muchos de
los subversivos" hizo traer ropa de soldado, pero ante
mi negativa apretó el gatillo...
Debo reconocer que por unos segundos pensé que todo
terminaba para mí (por la expresión de los presentes
pensaban igual) la realidad fue que luego de un sonido
metálico todos comenzaron a reír y a festejar la rapidez
con la que sacó el cargador del arma.
En otras oportunidades el oficial de guardia me hacía
acompañarlo durante toda la noche hasta el amanecer
durante sus rondas (obviamente acompañado por uno o dos
soldados armados) comencé a escribir un diario de las
cosas que sucedían pero un día en una requisa me lo
encontraron y me dijeron que por mi bien lo destruyera.
Un mes después traen a otro Testigo y lo encierran en el
calabozo de rejas, temiendo que nos hiciéramos mas
fuertes como ellos decían, sus técnicas para hacernos
desistir aumentaban y eran mas crueles, por ejemplo a la
noche cuando sacaban a todos los detenidos para
castigarlos haciendo ejercicios castrenses, como
nosotros nos negábamos nos tomaban de los brazos, nos
arrastraban y nos tiraban al suelo si ellos se negaban a
hacerlo eran castigados también.
En oportunidades se nos dejaba en el playón principal
durante todo el día , además durante la noche nos hacían
desvestir, sacándonos nuestras ropas y dejando a
nuestros costados ropa militar, de esta manera pensaban
ellos si teníamos frío nos tendríamos que poner esta
ropa, sin embargo amanecía pero nosotros no nos
vestíamos con esa ropa.
Al amanecer nos devolvieron nuestras ropas pero nos
dejaron allí, pensábamos y ahora que…
Observamos a unos soldados con tambores y la bandera la
cual izarían, como no cantamos la canción mientras lo
hacían nos llevaron a los golpes a las celdas de
castigo. Después de dos meses en estos calabozos nos
pasan al calabozo grande allí donde se encontraban los
otros detenidos, aunque el lugar era mas grande
estábamos hacinados, había tres camas dobles, sin
colchón (los cuales entregaban al anochecer a veces) de
todas maneras estos no alcanzaban porque éramos mas de
quince, una vez fuimos cuarenta y uno. Una solución que
encontramos era juntarlos y para dormir apiñados, de
todas maneras nunca podíamos dormir más de unas horas,
ya sea porque nos despertaban para hacer la "gimnasia
castrense", o porque debíamos cuidarnos ya que
algunos de los detenidos tenían costumbres sexuales
inmundas.
No se nos permitía tener Biblias, obviamente tampoco
literatura, pues si éramos "peligrosos" lo
seríamos mas con estas; entre otras cosas temían que
sean convertidos los demás, por lo que regularmente nos
revisaban, cuando algunos hermanos nos visitaban nos
traían y las teníamos que esconder y si las encontraban
las quemaban.
La comida nos daban en una lata de la que comíamos
todos, como si fuéramos animales, en una oportunidad un
oficial al ver esto se compadeció e hizo traer
utensilios de los soldados.
Después de varios meses los soldados que habían sido
llevados de instrucción, volvieron, y con ellos los
oficiales y suboficiales, que con ellos estaban, una
noche cuatro de estos me sacaron del calabozo y me
llevaron al polígono de tiro, me dijeron que debía
retractarme de mi postura como Testigo de Jehová o me
ejecutarían, como no lo hice me tiraron al suelo, y
dispararon con la pistola 9 mm a mi lado, luego me
arrastraron sacándome de allí por la parte trasera del
polígono, todo lo cual había sido observado por el otro
testigo, al que sacaron del calabozo algún rato después
que a mí, el objetivo era también probarlo a el, como el
no desistió, se llenaron de furia e ira, nos regresaron
al calabozo, y nos amenazaron: "no faltaran
oportunidades para deshacernos de ustedes...".
Cada vez que estaban de guardia ideaban algo para
hacernos desistir de nuestra fe. En una oportunidad nos
levantaron bien de madrugada, nos llevaron a la puerta
del regimiento y nos dijeron "pueden irse... hemos
considerado que no deben estar aquí..." y nos empujaron
a la vereda, obviamente no nos fuimos porque se notaba
que había algo malo detrás de esto, en su cadera
descansaba una M.A.G. (ametralladora) y los guardias nos
dijeron después que habían sido avisados para que
dispararan.
Claro está no nos fuimos, lo que los llenó de ira e
impotencia.
Con el transcurso del tiempo la mayoría de
los militares fueron disminuyendo los maltratos contra
nosotros, es mas llegaron a respetarnos y algunos a
apreciarnos, y nos ponían como ejemplo de lealtad, y
laboriosidad (manteníamos el orden y la limpieza donde
estábamos).
Una vez me llevaron a trabajar al Jockey Club de la
ciudad de La Plata como ayudante de cocinero, sin
embargo los oficiales que mencioné antes, no cesaron con
sus hostigamientos y malos tratos donde nos veían y nos
prohibían las visitas cuando ellos se encontraban de
servicio, además a los soldados que se nos acercaban los
amenazaban con castigos pues temían que los
convirtiéramos.
Diez meses después nos trasladaron a una pieza contigua
a la oficina de la guardia central donde permanecimos
algunos meses hasta que nos solicitaron las nuevas
autoridades de la compañía a la que pertenecíamos
donde prácticamente completé los dos años de privado de
libertad (solo podía andar dentro del cuartel) el otro
hermano se enfermo de tuberculosis y fue internado en el
hospital militar luego del cual no tuve mas noticias.
Mientras tanto se intensificó un conflicto con el país
vecino de Chile, por lo cual los soldados fueron
llevados a un campo cercano para hacer instrucción, yo
fui llevado como mucamo de los oficiales, luego de dos
meses era inminente el conflicto armado, la mayoría de
los regimientos marchaban hacia las fronteras y hubo
algunos enfrentamientos por lo que fui llamado por los
oficiales de alto rango para explicarme la situación ya
que si se declaraba la guerra según las leyes debería
ser fusilado si mantenía mi postura de no alistarme con
ellos, quienes me apreciaban trataron de convencerme que
nadie se enteraría, de lo contrario y con todo su dolor
debían actuar obedeciendo las leyes, me dieron algunos
minutos afuera de la oficina para que lo pensara, estaba
algo asustado y nervioso, y comencé a orar, pidiendo
fuerzas para poder mantenerme leal a Jehová, era lo
único que me preocupaba en esos momentos, mientras toda
mi vida pasaba por mi mente; fui llamado nuevamente y me
preguntaron cual había sido la decisión que había
tomado, por supuesto gracias a "la fuerza de aquel que
imparte poder…" (Fl 4:13) pude mantener la postura de
neutralidad, y entonces una paz me invadió.
Los oficiales se miraron y aunque no estaban de acuerdo
con la decisión que tomé, me consideraban digno de
admiración ya que moriría siendo fiel a mis principios,
entonces me hicieron salir a la espera del momento
apropiado para el desenlace. Continué orando, pero lo
que debería haber sucedido en algunos minutos se
postergaba, soldados entraban y salían corriendo de la
oficina llevando y trayendo informes, oficiales
gritaban, discutían, el tiempo pasaba mientras yo seguía
esperando el tiempo de mi ejecución, después de horas me
acompañan a mi pieza, mientras me informan
extraoficialmente que habían llegado a un acuerdo con el
país vecino y que no habría enfrentamiento bélico.
Tiempo después cuando todo se había calmado, fui
convocado a comparecer ante un tribunal militar, el
representante legal que me asignaron me dijo "tienes que
decir cuando seas indagado que no tenías bien claro la
situación solo así evitaría un fallo adverso" obviamente
no lo hice, no solo por mantener neutralidad, sino
además porque estaría mintiendo; por lo que fui
sentenciado a tres años de prisión e inhabilitación
perpetua para desarrollar cualquier actividad pública,
de los dos años que estuve en el cuartel solo me
computaron la mitad por lo cual el tiempo que realmente
estuve privado de la libertad fue de cuatro años, así es
como fui trasladado al Instituto Penal de las Fuerzas
Armadas de Magdalena.
Allí con régimen de salidas de acuerdo a las leyes del
penal, salí por primera vez, después de dos años y ocho
meses un fin de semana, recuerdo que fue una sensación
rara, los lugares me parecían amplios, me sentí
agarofóbico. Cuando ingresé al penal me recibieron dos
suboficiales, uno me proveyó la ropa de interno, el otro
me llevó a la oficina donde me anotaron, allí trabajaba
un hermano que era de Rosario (ciudad donde yo vivía) me
comentó que habían mas de 80 testigos de Jehová presos
en este lugar, entonces me asignaron el pabellón 5 alto
la celda 2, después me pasaron a la 29, donde permanecí
hasta el final de mi sentencia, durante este tiempo
trabajé en servicios varios, como carpintero, como mozo
de suboficiales, y por último como encargado en el
depósito de herramientas, durante este tiempo conocí a
muchos testigos de Jehová llegamos a ser mas de 200 los
alojados en diferentes pabellones.
En oportunidades había mal trato para con algunos,
recuerdo a un hermano que fue golpeado tenía lagunas
mentales cuando hablaba, además a uno que estaba
estudiando lo golpearon de tal manera en los riñones que
orinaba sangre. Por otra parte como no estaba permitido
tener Biblias u otra literatura, cuando nos encontraban
con alguna éramos castigados, llevados al "chancho" como
se le llamaba a una celda de castigo con rejas, sin las
"comodidades" de colchón etc. o al "tubo" un calabozo
situado debajo de una escalera donde no entraba la luz.
En esta institución se hallaban también otros detenidos
como soldados desertores, drogadictos, ladrones,
asesinos, y algunos presos políticos, todos juzgados por
los militares, todos eran nuestro territorio de
predicación, de allí que algunos aceptaran las verdades
de la Biblia, estudios y hasta se bautizaran.
Aunque no se nos permitía reunir, gracias a Jehová que
no abandona a sus siervos, contábamos con todas las
reuniones y con literatura al día, esto era posible por
un sistema de seguridad y vigilancia rotativo ideado por
los hermanos que llevaban la delantera y efectuado por
todos nosotros.
Después de cuatro años recuperé la libertad en marzo de
1982.