Objetores de conciencia en Argentina

Relatos: Apremios ilegales y torturas

Maltratos y tortura.
LEMBO, Carlos Gabriel, Clase 1962.


Este es el resumen legal de su ponencia, por ello hay lenguaje técnico/legal.

En esa época, las FFAA daban tratamiento especial a los Ministros de la Iglesia Testigos de Jehová. Considerados subversivos, se los separaba al advertirlos, generalmente en las Oficinas de Reclutamiento.

Como se les prohibía hablar o presentar notas, a veces recién eran detectados en el lugar de derivación o durante el viaje, o en el propio destino al formalizar el Alta. En todos los casos, la detención formal se producía antes de la incorporación o del sellado del DNI.

En las Oficinas de Reclutamiento, ella podía ser violenta y ofensiva. En ocasiones, la pérdida de libertad se producía de hecho: la burocracia de admisión impedía articular cuestiones y regresar a su casa o evitar ser llevado a las oficinas donde se les asignaría destino. Impedimento deambulatorio y traslado compulsivo, configuran pérdida de libertad. Se concretaba al presentarse en la dependencia.

Mi mandante perdió su libertad el día 10 de marzo de 1981, en la Oficina de Reclutamiento ubicada en el Distrito Militar Gral. San Martín. Luego fue trasladado al Batallón de Aviación 601, con asiento en Campo de Mayo, al arribar, debió completar una planilla, donde dejó asentada su calidad de objetor de conciencia y practicante de la religión de los Testigos de Jehová. También quedo evidenciada su postura, al negarse a vestir el uniforme militar y recibir instrucción militar.

Mas tarde fue llevado al VIVAC de instrucción, donde se encontraban unas 200 carpas para alojar reclutas, en este predio el Tte. Rodríguez Quiroga, frente a la compañía 1 División A (integrada por 200 soldados), y le obligó a desnudarse bajo el fundamento de que “si no aceptaba la vestimenta militar no podía permanecer en ese lugar vestido de civil”.

A continuación ordenó traer a otro Testigo de Jehová vestido de civil, Sergio Mendoza, a quien mantenían escondido dentro de una de las carpas desde el día anterior. Dado que ninguno de los dos se vistió con el uniforme militar, los obligaron a desnudarse y permanecer así durante el resto del día y la noche parados sobre el pasto, bajo guardia armada de dos soldados que atestiguarían si se vestían o no la ropa militar que se encontraba junto a ellos en el piso.

A la mañana siguiente, a mi mandante se le habían aflojado los dientes y muelas debido al castañar de su dentadura toda la noche a raíz del intenso frío. La situación se prolongó durante cuatro días.

A Ello se sumó la ratificación de su detención, aislamiento y prohibición de hablar, bajo régimen de prisión preventiva rigurosa (P.P.R.) en condiciones degradantes. Jamás se le permitió alegar ser Ministro Religioso y objetor de conciencia.

Permaneció detenido en el VIVAC durante 76 días, bajo custodia armada, siendo luego trasferido al calabozo de guardia, sin posterior traslado. En una ocasión, el Tte. 1ro. Fontana, convocó a toda una compañía para forzar a mi mandante y a Mendoza, para que se vistan con el uniforme, pero al negarse, los obligaron a hacer flexiones durante dos horas con un adoquín en cada mano; esta tortura fue interrumpida por el desmayo que sufrió Mendoza debido al esfuerzo físico, siendo derivado a la enfermería.

En esta época, aproximadamente 26 de marzo de 1981, llegó al batallón otro Testigo de Jehová que corría su misma suerte, Ricardo Walter Aguirre, quien fue destinado a otra compañía, donde el trato era menos riguroso, por lo que no lo desnudaron y lo enviaron a un calabozo. Todos fueron víctimas de la práctica sistemática ejecutada por las Fuerzas Armadas en ese entonces. Sólo se les dijo que eran subversivos por su religión.

Otra situación violenta que vivió mi mandante se suscitó luego de una formación matutina, cuando el Tte. Rodríguez Quiroga, mandó a buscarlo a las letrinas (donde se encontraba detenido) por el cabo 1ro. Lencina, quien valiéndose de patadas, insultos, golpes de puño y culatazos, arrastró a Lembo aproximadamente unos 300 mts. hasta la formación. A continuación, estando ya frente al Tte. Rodríguez Quiroga, éste sacó su arma 9mm, y enardecido le gritó varias veces “Vístase de verde” seguido de insultos varios, como ser “apátrida”, “subversivo”, jactándose de que al denominarlo así, era razón suficiente para ejecutarlo por insubordinación. A continuación el Tte. lo apuntó con su arma en la frente, luego apuntó al aire y efectuó un disparo. Inmediatamente, aún estando humeado el cañón de su arma, se lo introdujo en la boca a Lembo, ocasionándole quemaduras en su lengua.

Las condiciones mortificantes del encierro, tenían como principal propósito doblegar la voluntad. Sin embargo, el régimen sufría variaciones y solía ser suspendido durante el día. En las FFAA se había advertido que la detención de objetores (cuatro años de promedio) tenía un interesante valor económico agregado. La cúpula comprendió el ejemplar valor con que defendían sus convicciones estos religiosos. El daño, la violencia, la mentira, el apoderamiento de lo ajeno, no eran compatibles con su práctica.

La detención, de los irredimibles, se convirtió en una forma de su explotación. Con la certeza de que no harían daño, les asignaban las tareas más delicadas, aquellas que no podían confiar a otros. Tuvieron así, mano de obra gratuita, calificada y segura, incluso para realizar trabajos en sus hogares, llevar a sus esposas de compras y a sus hijos a la escuela, en jornadas de 16 horas sin feriados, una suerte de sometimiento a servidumbre.

El presentante y su grupo religioso, sufrió tratos crueles, indignos, inhumanos y degradantes. Se relatará que existían normas escritas para tratar al grupo, pero además había protocolos usados en todos los ámbitos de las FFAA. A tal grado se desconocía su identidad religiosa, que ni siquiera se les aceptaba formar expedientes para exceptuarse del SMO. A la ceremonia de admisión, iniciada por la segregación, seguía la inmediata incomunicación y generalmente el traslado a determinado destino. Ya en él, protocolarmente se intimaba a portar las armas repetidamente con el objeto de mortificar. En los sitios de detención, el Jefe de Guardia tenía orden de despertarlos durante la noche y sacarlos desnudos al exterior, burlándose de sus creencias. A su regreso encontrarían siempre el piso y las paredes de la celda mojadas para continuar su vigilia. Durante el día se los privaba de comida, agua y atención sanitaria.

La Prisión Preventiva Rigurosa, era otra forma de someter al grupo. Naturalmente que de quienes se servirían luego, masivamente, los altos oficiales para llevar a sus hijos al club o a la escuela, nadie podría suponer su peligrosidad; por ello, esas condiciones tan rigurosas objetivizan el propósito mortificante. En este sentido, 24 horas de detención efectiva en PPR sólo eran contadas como 12 horas de pena; así se reaseguraba más mano de obra en la cárcel militar, en la que los objetores aparecían como insustituíbles.

Pareciera, que al igual que en la práctica de la desaparición forzada, al sometimiento del grupo seguía su saqueo como botín de guerra, en este caso mediante el sometimiento a servidumbre. La posterior “muerte civil” al colectivo, era una clara persecución política, una forma de “eliminar” su vida política.

Otro episodio terrible fue protagonizado nuevamente por el Tte. Rodríguez Quiroga. Cierta mañana lo mandó llamar para que lo acompañe a un lugar, sin indicarle el destino. Comenzaron a caminar, el Tte. iba 5 mts. atrás de mi mandante con su arma 9mm empuñada. Luego de 45 minutos de caminata, Lembo se percató que se dirigían hacia campo abierto. Durante el trayecto, éste oraba por su vida, por el temor de que el Tte. cumpliera sus amenazas de quitársela. La interminable caminata, fue interrumpida por el agudo sonido de un Jeep del Ejército, que apareció por el medio del campo, era conducido por el Mayor Yansi. Este se detuvo a unos 100 mts. y gritó “Teniente ¡Venga!”, inmediatamente el Tte. Rodríguez Quiroga, enfundó su arma y recibió insultos por parte del Mayor, quien despachó de regreso a Lembo, evitando así una ejecución sin testigos.

El período de detención en las carpas se extendió por 76 días (lapso en que Lembo figuró como desaparecido para su familia).

El padre de mi mandante, trabajaba como civil, en Fabricaciones Militares, por lo cual, luego de varias gestiones se pudo contactar con un oficial de alto rango, quien le informó que a su hijo lo tenían escondido sólo por ser Testigo de Jehová, y que esto ocurría porque el Tte. Crel. Bernengo (a cargo del Batallón 601 hasta fin de ese año), iba a ascender a Coronel y el hecho de tener entre sus filas a un Testigo de Jehová, le jugaba en contra para esa promoción. Luego de escucharlo la familia de mi mandante salió en su búsqueda. En varías oportunidades, Lembo vió desde su lugar de detención, a sus familiares en el puesto de guardia de la entrada de Campo de Mayo, podía observar como discutían con los soldados, hasta que debían deponer su actitud y retirarse sin poder acceder al predio. Un día, luego de varios intentos se sus familiares por encontrarlo, mi mandante vió acercarse al Batallón el auto de su familia, y sin pensar en las consecuencias, corrió a través de las carpas del VIVAC y de los custodias armados, hacia el encuentro del vehículo. Así pudo lograr ver a su familiares y amigos, entre éstos últimos estaban Julio César Versini, Fabián Álvarez y Arturo Cardozo y quitarles la angustia de creer que era uno más de los N.N. fallecidos.

Otro método de tortura, con el fin de impedir que durmiera, era obligarlo a cavar pozos de zorro (llegando a cavar casi 40 durante los 76 días que permaneció en el VIVAC), cuyas medidas eran 1mts x 1mts de lado y 1mts de profundidad, utilizando una palita Lineman, con lo cual llegaba a tardar entre 4 y 5 horas en culminar cada uno. Este trabajo lo debía realizar de noche, bajo la custodia de 4 soldados, quienes se relevaban hasta que culminara la tarea.

En tres oportunidades el Tte. 1º Fontana, frente a la tropa formada, a un escribiente y 2 testigos, obligó a mi mandante a firmar su declaración de negativa a usar el uniforme militar, lo cual le fuera requerido en tres oportunidades.

Pasados los 76 días fue trasladado al calabozo de la compañía donde permaneció hasta su liberación aproximadamente a fines de septiembre de 1982.

Si bien mejoraron las condiciones de detención, continuó la tortura psicológica y los tratos degradantes. Era motivo de burlas y maltratos por su religión. A la par le decían subversivo, término intimidatorio durante el terrorismo de Estado.

En una ocasión introdujeron en el calabozo (que media 1mt. por 2mts.) a 11 perros, durante toda la noche, por lo cual sufrió picaduras de pulgas y garrapatas en todo su cuerpo, incluso en el ano y los genitales.
En tres oportunidades fue sometido a simulacros de fusilamiento frente a un paredón, con el fundamento por parte de los militares, de que al estar en guerra (recordemos que transcurría la Guerra de Malvinas) la insubordinación merecía Corte Marcial y Fusilamiento.

Los pabellones de detención y el trato al preso, obedecía a una clara división de hecho. Había presos militares, eran los que estaban por graves inconductas o delitos en las FFAA; políticos, como Carlos S. Menem que solían tener de mozos a los Testigos de Jehová conforme las órdenes del presidio; Testigos o subversivos pasivos considerados deshonrosos para las FFAA (a veces se extendía el concepto a homosexuales y drogadictos); por último, extremistas, subversivos activos o guerrilleros. En esta estratificación, los “subversivos pasivos” estaban mejor que los “extremistas” y peor que “militares” y “políticos”.

Lembo jamás fue informado de haber sido sometido a proceso o condenado. Si esto ocurrió, fue en su ausencia.

De todos modos, la detención de los Testigos de Jehová siempre fue ordenada por el P.E.N. La sentencia se dictó cuando ya habían pasado dos años, en promedio, desde su detención arbitraria por el Ejecutivo.

Sufrió prisión del 10/03/1981 hasta fines de septiembre de 1982. Estos años de privación ilegal de la libertad no sólo generaron daño irreparable en su más íntima esfera e impidieron profesar su culto y ejercer su ministerio; ellos interrumpieron su vida familiar, afectiva, social y su desarrollo personal.