Objetores de conciencia en Argentina

Relatos: Apremios ilegales y torturas

Maltratos y tortura.
Arias, Néstor, Clase 1964.


Testimonial ante el Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Federal nro. 3. Sec. 6. Juez Rafecas


En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, a los dos días del mes de febrero del año 2023, se labra la presente acta con motivo de la declaración testimonial que se ha fijado para el día de la fecha, llevándose a cabo por parte del Sr. Juez Daniel E. Rafecas, y Secretario Actuante.
Se le hace saber al compareciente ha sido convocado a prestar DECLARACIÓN TESTIMONIAL , y se lo pone en conocimiento del contenido de los artículos 79, 242, 243 y 244 del C.P.P.N. y del art. 275 del C.P., expresando el declarante su conformidad para el acto, luego de lo cual prestó juramento de decir verdad conforme a sus creencias, manifestando ser y llamarse: Néstor Ramón Arias, quien exhibe D.N.I., poseyendo el nro. XX.XXX.XXX, dejándose constancia de la concordancia entre la persona retratada en la fotografía de tal documento, y la persona que ha de declarar; de nacionalidad argentino, nacido el día 6 de octubre de 1964, actualmente en el rubro de construcciones, de estado civil casado, hijo de Saturnino Arias y Elsa Medina, con domicilio en Bartolomé Xxxxe 2343 4 °D, teléfono nro. +54­xxx­xxx­xxxx, correo electrónico xxxxxxxxx@gmail.com.

Que respecto de los vínculos de parentesco e interés que posee con las partes, manifiesta que sin perjuicio de ser damnificado de los hechos investigados, se expresará con veracidad.

Preguntado por S.S. para que diga en qué año tuvo que realizar el Servicio Militar Obligatorio y en qué guarnición militar fue incorporado; dijo: “Marzo de 1983, como era del Chaco me llamaron ah í en el regimiento de la Liguria, que no sé cuál es, y me derivaron a Monte Casero. Como soy Testigo de Jehová, no hice el servicio, ahí me hicieron el procesamiento con el juez militar.”

Preguntado por S.S. para que diga en qué momento hizo manifiesta su objeción de conciencia para realizar el mismo; dijo: “En el mismo momento que llegué, tanto en la Liguria como en Monte Casero, cuando llegue. Se llamaba Compañía de Ingenieros N°3 de Monte Caseros. Me insultaron, me amenazaron de muerte, y después me mandaron al calabozo. Antes me insistieron 3 veces en que me ponga el uniforme. Como mi padre se había accidentado, se cortó cuatro dedos de la mano derecha, estuvo años sin trabajar, pregunté si podía quedarme porque era el mayor, y en ese momento te daba una posibilidad de quedar libre, más que nada para ayudar a mi familia, pero no hubo caso.”

Preguntado por S.S. para que describa las condiciones de vida en la Compañía, dijo: “De día me llevaban a pintar, eso más que mal me ayudaba, porque el calabozo era chico y húmedo, a veces lo mojaban, el piso, el colchón, tenía que dormir sobre mi valija. Me llegaba a los huesos la humedad. Siempre había amenazas, te mojaban el piso y te decían ‘que Jehová te salve’. Pasé un hambre terrible. 44 kilos llegué a pesar. Me daban la comida vencida que era para los soldados de Malvinas del año ‘82, a la mañana una rodajita de pan duro con mate cocido hirviendo, no lo podía tomar porque me daban segundos para hacerlo. Después al mediodía me daban esa comida enlatada, del año anterior, ya vencida. A la noche igual. Pasé hambre, hasta el día de hoy me acuerdo. Estuve 5 meses y monedas en esta compañía.”

Preguntado por S.S. sobre si lo hacían trabajar solo, dijo: “Me dejaban trabajar solo. No tenía guardia, sabían que no me iba a escapar.”
Preguntado por S.S. para que diga quién tomaba la decisión de hacerlo trabajar, dijo: “El que le tocaba estar a cargo de la guardia, se ve que había ya una orden para eso, sin goce de sueldo ni nada”.
Preguntado por S.S. sobre si estaba incomunicado, dijo: “No, por insistencia de otros Testigos de la localidad, al mes y medio permitieron que me visitaran los domingos. Estas visitas continuaron hasta que me fui a Campo de Mayo.”

Preguntado por S.S. sobre si estaba solo en la celda, dijo: “Sí. Era el único Testigo de Jehová en esa Compañía. Había ratas en ese calabozo, unos pares.”

Preguntado por S.S. para que diga si sufrió maltrato físico o psicológico, dijo: “Amenazas, que me iban a fusilar, que me iban a matar, y el hambre.”

Preguntado por S.S. sobre si sabe de alguna averiguación o denuncia de parte de su familia durante este periodo de detención, dijo: “No. Yo mandaba cartas y hasta donde sé no llegaban. Además, se necesitaba dinero, yo ya después no tenía para mandar.”

Preguntado por S.S. para que diga cuándo fue trasladado a Campo de Mayo y si le informaron que lo iban a trasladar, indicando el motivo, dijo: “En agosto o septiembre de 1983. Me dijeron que correspondía que esté en la prisión, en abril ya el Juez militar hizo el juicio y me dio 3 años y medio, me decreto P.P.R y en cualquier momento me iban a llevar a Campo de Mayo, esto fue en septiembre. El delito militar era insubordinación.”

Preguntado por S.S. para que diga cómo fue el traslado hacia la prisión militar de Campo de Mayo, dijo: “No recuerdo, creería que fue en tren. Me llevaron en jeep hasta el tren, pero no lo s é precisar.”

Preguntado por S.S. para que describa las condiciones de su alojamiento, dijo: “Bastante holgadas. Nos hacían hacer trabajos forzados de mantenimiento, y trabajaba en el horno de ladrillos, pero dentro de todo bien. Ya me recuperé con la comida ahí. De todos los lugares que conocí en el período de detención, era probablemente el mejor.”

Preguntado por S.S. para que diga cómo era la jornada, si era un trabajo remunerado y las condiciones en que tenía que realizarlo, dijo: “Nunca me pagaron, en ningún lado. Había un Suboficial Mayor, no recuerdo el nombre, que estaba a cargo y era de él el tema. Él sí lucraba de eso. Se jubiló y sigue activo pero con otro grado. A veces había que hacer horas extras y darle con todo, era un trabajo forzoso importante, pero al menos había comida.”

Preguntado por S.S. sobre si había otras actividades económicas en Campo de Mayo, dijo: “Las finanzas, comienza a sacrificarse la comida. Esto era así en todos los lugares, no había comida suficiente, no había ropa en condiciones, ese dinero se había desviado a otra parte.”

Preguntado por S.S. para que describa la duración de la jornada laboral, dijo: “Normalmente eran 8 horas, pero podían ser 12 o 16 sin problemas, eran miles y miles de ladrillos, ponerlos en los moldes, secarlos, y así.”

Preguntado por S.S. para que indique cómo era la alimentación que recibía; dijo: “Normal, y más también. No tengo para quejarme, podía hacer trabajos forzados de horas y horas, pero podía comer. Había más libertad también que en la Unidad de origen. No siempre salía a trabajar, de los 7 días 4 o 5. Allá era libre, había mucha confianza sobre los Testigos, nos daban más libertad. Era espacioso, tenía muchos árboles, eso oxigena.”

Preguntado por S.S. sobre el sector de Campo de Mayo donde estaban alojados, dijo: “Estábamos en una cuadra, testigos y soldados. Éramos 80 aproximadamente, después los derivaban a Magdalena, era una prisión de paso por así decirlo.”

Preguntado por S.S. sobre si sabía qué hacían con los ladrillos, dijo: “Nunca supe a dónde iban. El Suboficial venía y decía cuántos ladrillos y para qué día, y para ese día estaban. Era trabajo pesado, pero comíamos”.

Preguntado por S.S. sobre si sabe quién se quedaba con lo producido, dijo: “El Suboficial Mayor, él no respondía a nadie, esa partecita era exclusivamente para él.”

Preguntado por S.S. para que diga si sufrió maltrato físico o psicológico durante su detención en Campo de Mayo, dijo: “No”.

Preguntado por S.S. para que diga si los dejaban realizar las celebraciones propias de la religión; dijo: “Sí. Nos dejaban entrar biblias y publicaciones, eso estaba bien”.

Preguntado por S.S. para que diga si recibían alguna represalia en caso de ser sorprendidos realizando las celebraciones propias de su religión o en posesión de material religioso; dijo: “No, para nada”.

Preguntado por S.S. sobre el siguiente lugar al que fue trasladado, dijo: “En diciembre de 1983, me llevaron a la Prisión de Encausados Campo de la Rivera de Córdoba. Ni bien llegamos, con otros tres cordobeses, ahí sí se fue el paraíso. Me hicieron trabajar tareas de desmonte, todo alrededor de la prisión, matábamos víboras y arañas gigantes, empezábamos a las 6 de la mañana hasta el mediodía, teníamos una hora para comer, y después seguíamos hasta que no había más sol, 8 y algo. Pleno verano, no nos daban agua, era cortar pasto y darle para adelante”.

Preguntado por S.S. para que indique cómo era la alimentación que recibía, dijo: “Ahí la comida era malísima, lamentablemente. Había bastante comida, pero era de muy mala calidad. Polenta con tuco, a mí me daba acidez, a otros también”.

Preguntado por S.S. para que diga si sufrió maltrato físico o psicológico, dijo: “Nos levantaban a la madrugada en ropa interior, nos sacaban as í afuera cuando hacía frío, caía el rocío, nos insultaban y amenazaban, y a las dos o tres horas nos dejaban ir a dormir, teníamos un ratito y ahí de vuelta a trabajar. Quería recalcar: con los machetes que nos daban para cortar los pastos y arbustos, estaban desafilados, el canto tenía el mismo filo que la parte filosa, y nos lo daban sin el mango. Los remaches estaban expuestos, entonces nos reventaban las manos. Había una alternativa de zafar de eso: cuando uno era asignado, te podían mandar a la chanchera, a cuidar a los chanchos, y estaba infectado de cientos de ratas. Por todo el costado del río, que estaba el barranco, dejaban la comida podrida, y había cientos de ratas con sarna. A veces llevábamos la honda y les tirábamos, por diversión, y seguían, eran muy duras. A mí dormir me costaba muchísimo porque peleaban las ratas: yo dormía en una taperita de un metro por dos metros, había un roperito, y a las 8 en punto había dos que se tiraban, una caía sobre mi pecho y seguía su camino. Con estas peleas, a las 2 o 3 de la mañana me dormía de puro agotamiento, pero había mucho ruido. Por todos lados había huecos de ratas. No nos agarramos una infección porque éramos jóvenes y nos protegió Jehová. Uno hace tripas corazón, pero es impresionante lo que era eso. Las ratas con sarna, una cosa horrible.”

Preguntado por S.S. para que diga quién estaba a cargo de la Cárcel, dijo: “Había un Mayor y un Teniente Coronel a cargo, el Teniente se llamaba Echeverría y el Mayor Marcó. Echeverría era elegante, pero cínico, y Marcó era directo. A veces nos mandaban a la chanchera de castigo, podía ser por pedir agua mientras cortábamos el pasto. Nos decía ‘aguántese testigo’ y nos mandaba a la chanchera.”

Preguntado por S.S. para que diga si los dejaban realizar las celebraciones propias de la religión; dijo: “Acá sí estaban prohibidas las prácticas religiosas. Alguna vez encontraron publicaciones nuestras: uno de guardia que estaba inspeccionando, le avisó al Teniente Coronel. En el momento no pasó nada, pero a la madrugada nos levantaron. Eran muy duros acá con nosotros, yo creo que había un guiño de arriba para que sean así con nosotros. A algunos compañeros les tocó calabozo, eran 30 o 45 días en un espacio en el que no entraba una cama, no había sol, era húmedo. No les mojaban los colchones ni el piso, pero era húmedo, y tampoco les daban comida en horario como a nosotros, les daban la comida cuando querían. La tarea de desmonte era un castigo. No era necesario hacer tantas horas. Después me contaron compañeros que habían bajado las horas, pero duró mucho tiempo eso, como un año.”

En este punto el testigo aporta tres fotografías, que retrata agujeros que habrían sido causados por disparos, en el muro de la prisión.

Preguntado por S.S. para que diga qué recuerda en relación a las fotografías aportadas, dijo: “Siempre se comentaba que ahí se habían hecho fusilamientos, esto salía de la boca de los mismos guardias, cuando estaban tranquilos nos contaban lo que había pasado, había dos o tres que habían participado y estaban activos, esos no hablaban, hablaban los otros.”

“Resulta que se estaban peleando unas ratas en el comedor, había un agujero en el piso. Los muchachos, llamados Jorge Ávaca de Santa Fe y Carlos Sing de Tucumán, se asomaron y vieron que había un hueso, lo sacaron y era un fémur humano. Ahí había una sala de tortura antes, en la antesala del comedor, según decían los suboficiales que habían estado presos, lo escucharon mis compañeros Testigos de Jehová. Entrando a la prisión, al lado izquierdo, había montículos que los gendarmes no querían que toquemos, no nos dejaban cortar el pasto en esos montículos. Esas fotos yo las tomé hace 5 o 6 años, que yo volví después de treinta años, ya estaban borrados los huecos, y cada vez que arreglan borran todavía más. Eso que le mostré es un costado, pero el centro del paredón en esa época estaba minado de huecos de bala, todos a media altura. No se tapaba ni arreglaba nada en ese momento, estaba todavía el régimen militar. En la zona del comedor también se supone que enterraron muchos cuerpos, justamente hicieron un contra piso y arriba el comedor. Lo que yo no entiendo es cómo esos montículos que llaman así la atención, si no investigaron o si vieron y dejaron pasar, hoy actualmente es una especie de museo/escuela. Le pregunté al que nos hizo el tour allá, le pregunté por los montículos y como que se calló la boca. Hoy en día ya no están los montículos.”

“Había dos o tres gendarmes que estuvieron en el tiempo de la represión y que habían matado gente, estaban activos, andaban calladitos, no recuerdo los nombres. Sé que se decía que tuvieron participación en las torturas. Yo notaba que estaban como tildados, como que habían hecho algo malo y no lo podían superar, uno ve el cargo de conciencia en los ojos.”

Preguntado por S.S. para que diga a dónde fue transportado a continuación, dijo: “Finalmente, faltándome un año y medio para terminar, me llevaron a Aerotransportada IV, ahí estuvo Luciano Benjamín Menéndez. Trabajábamos ahí en un lavadero, estuvimos exclusivamente para eso. Hacíamos dos turnos: dos semanas trabajando y dos semanas no trabajando. Ahí volvimos al hambre, peor que la prisión, no se podía comer nada. Lo más comestible era polenta con tuco que me daba acidez por dos días. La sopa era transparente, un cilindro de quince o veinte litros de color musgo que no se sabía si era sopa o mate cocido. No se tomaba nunca eso, se tiraba. Yo tenía que viajar al Chaco, a veces me iba pero a dedo, porque no tenía dinero. Mis compañeros tenían ayuda de los padres, yo no. Recorría las obras de construcción y me ofrecía como ayudante de construcción, así podía comprar comida para llevar a la prisión. Poníamos la comida en un cajón de un metro por un metro, y tuvimos que electrificarlo, porque las ratas nos comían lo que llevábamos. Había una alimaña más, la comadreja. Las encontramos muertas varias veces, electrocutadas.”

Preguntado por S.S. sobre si el trabajo era remunerado, dijo: “A los soldados presos sí les daban una ayuda, a nosotros nada nunca. En el lavadero no nos daban barbijo ni nada, hacíamos horas extras, y veíamos ropa ensangrentada. La lavábamos, centrifugábamos, secábamos, gérmenes había por todos lados realmente.”

Preguntado por S.S. sobre dónde vivía en las semanas que le permitían irse, dijo: “En las semanas que no trabajaba vivía en la casa de otros Testigos, eran muy amables y me invitaban.”

Preguntado por S.S. sobre si sufrió maltrato físico o psicológico, dijo: “Había amenazas, que teníamos que producir o el castigo iba a ser peor, que nos iban a ejecutar, a lo último ya no les creíamos eso. Lavábamos toda la ropa de todas las unidades de Córdoba, la ropa de fajina, camisa pantalón medias calzoncillos, miles y miles de ropas.”

Preguntado por S.S. para que diga si los dejaban realizar las celebraciones propias de la religión; dijo: “Publicaciones podíamos tener, y nos arreglábamos para tener reuniones, muchas veces estábamos solos en el lavadero.”

Preguntado por S.S. para que diga quién dirigía el lavadero, dijo: “El Sargento Primero Melo estaba a cargo del lavadero, y siempre que produjéramos estaba todo bien. En el fondo no nos quería y era un militar bastante hostil. Una vez casi me pegó, pero no pasó nada. En ese tiempo era nuevo como Testigo, y sabía mucho de artes marciales, no corresponde, pero me costó. Me arrinconó, pero por suerte no pasó nada. El castigo siempre estuvo igualmente: el hambre, el trabajo, eran condiciones infrahumanas. Cómo puede ser que no nos dieran comida. No sé quién se lucraba con eso, no era el Sargento Primero, era alguien más arriba. Que yo sepa estaba solamente el lavadero como actividad económica, las demás actividades eran de mantenimiento.”

Preguntado por S.S. por si desea agregar algo más; dijo: “El tema de daños, tengo problemas de depresión, duermo poco, me afectó también en las relaciones sociales. Estoy por divorciarme, y quedé con un tema de fobia. Empiezo los trabajos y no puedo terminarlos, los dejo, me marcó bastante. Después de dos años empecé a sentir los efectos de estar libre, hoy por hoy ya está definido eso. Estoy yendo al BORDA, me dan un medicamento, a veces lo tomo y a veces no. Tengo muy desordenado todo, problemas de memoria, pesadillas. Siempre tengo en la mente el hambre y las ratas, no me olvido más. Hasta la sed que pasamos, el hambre, es un tema. Nada más.”

No siendo para más se da por finalizado el acto, previa lectura que se ha hace a viva voz de la presente, la cual es ratificada en su totalidad por el declarante; cerrándose el presente acto, con conformidad de todos los presentes, firmando S.S. ante mí, que doy fe.

 


Nota: Lo que no dice la declaración testimonial es que en Campo de la Riviera, Córdoba hice 1 año y 3 meses el precursorado auxiliar y también había otros hermanos que lo hicieron. La mayor parte era haciendo cartas que -cuando salíamos de franco- dejábamos a los no en casa a los hermanos precursores.
Había una señora que asistía a las reuniones y el mensaje le llegó por medio de una carta.

Valió la pena el esfuerzo.