Objetores de conciencia en Argentina

Relatos: Experiencias varias

El día de la baja…
RIVOLA, Walter, Clase 1964.


El 16 de mayo de 1986, salí de licencia por última vez. Aunque podría haber salido hasta la fecha de mi baja, decidí volver el miércoles 28 y dar el discurso n° 1 en la reunión de la Escuela, y despedirme el domingo 1º de junio conduciendo la revista La Atalaya.

Después de tres años, tres meses y nueve días llegó el momento de salir de baja de mi condena militar; era el lunes 2 de junio de 1986. Según estaba establecido, los internos cumplían su condena a las 12.00 hs. del día de su baja; así es que yo podría haberme ido ese mismo mediodía, pero me quedé un poco más.

Recordaba que cuando había llegado en 1983 un hermano se quedó tres días más y antes de ese me contaron de otro que se había quedado una semana, por no querer despedirse de los amigos que había formado allí. En ese tiempo, como tierno que era, me parecían extrañas esas conductas, ahora… las entendía en carne propia.

No quería irme tan pronto, como a mi me parecía que había llegado todo, y eso que cuando me faltaban más de dos años los testigos presos anteriores a mi clase me decían que no me preocupara por lo que me faltaba, porque “todo llega”.

Esa mañana le entregué las llaves de la imprenta, depósito de logística, combustibles, cine y encuadernación a mi compañero Roberto “el ruso” Vanini. Para mí el último mes llegó demasiado rápido, y es como si me hubieran quedado cosas sin hacer antes de irme y las quería terminar ahora. Pero no importa, encontré la excusa perfecta para quedarme por lo menos hasta la noche; la selección de fútbol Argentina jugaba su primer partido este día en el mundial de México contra Corea del Sur. Así que almorcé y me quede a ver el partido sentado junto a Alejandro Ramos y otros hermanos en las butacas del cine viendo el partido por televisión.

Después de éste espectáculo deportivo, llegó la triste despedida a mis queridos compañeros, con el consuelo de saber que ellos pronto quedarían libres de esta experiencia vivida.  

Al salir del edificio por la puerta del frente me encontré con el Tte. Coronel Martinucci (director que reemplazó a Casañas); caminando hacia la salida conversamos sobre el trabajo de la selección en el partido de fútbol y nos despedimos; entregué en la guardia externa un papel que firmado por el Director decía: “Orden de salida por cumplimiento de condena”, y al encaminarme a la salida me saludó aquel excomandante con el que acostumbraba a jugar al frontón, Emilio Massera, quien me deseó mucha suerte por mi nueva libertad.

Tomé el micro Río de la Plata hasta la ciudad de La Plata, y de allí a casa en el micro 338. Las dos horas de viaje no me alcanzaban para ver la nueva realidad en la que me encontraba; libre y con algunos proyectos por delante, como el de servir en mi congregación local con la experiencia que había recibido en Magdalena.

Esta prueba había terminado, y estaba agradecido a mi maravilloso Creador y Dios Jehová por haberme dado su espíritu para mantener lealtad a sus principios y haber respondido a su cariñosa invitación registrada en la Biblia en el Proverbios 20:27: “Se sabio hijo mío, y regocija mi corazón, para que pueda responder al que me esta desafiando con escarnio.”